No es nada fácil escribir una novela. Pero sí que resulta sencillo cuando en tu memoria guardas un firme recuerdo de tu ayer, de tu pasado y eso te decides a plasmarlo, para que no quede en el olvido. “Amanece. Comienza el viaje (vol. I)” es el libro que Rafael López Vegas presentó el pasado 5 de diciembre y en el que hace un profundo repaso a su propia historia.
Pero este libro es mucho más. Entre la realidad y la ficción, Rafael deja entrever en sus líneas la vida de una España en blanco y negro, que él ha ido coloreando con sus palabras y sus recuerdos. Le entrevistamos para que nos dé los detalles de esta edición realizada por ExLibric.
Sobre de dónde surge esta idea de adentrarse a escribir un libro Rafael lo tiene claro, desde su jubilación: “Nos jubilamos en 2003 (él y su esposa regentaban el Bazar Lobe en la Alameda de Andalucía) y entonces al principio teníamos mucho tiempo libre, pensaba ¿qué hago? Y entonces me dio por descubrir mis raíces”.
Raíces que por cierto, llegan desde la Ventas de Zafarraya en Granada: “De allí era mi abuelo y un día acuerdan irse de allí en busca de trabajo, porque no tenían empleo ninguno cuando salieron. Entonces, en noviembre, quiero recordar de 1917, cogieron el camino y se fueron a los latifundios de la vega llegando a parar al Cortijo de Garay. Ya allí, les repartieron, como a todos los aceituneros, dieron garbanzos, aceite, un poquillo de dinero y fueron tirando hasta que empezara la campaña”.
Una historia muy lejana, nos remontamos a más de cien años atrás, y que Rafael no conoció, pero que le transmitieron por “el boca a boca, que hace mucho”, pero principalmente a través de su madre “yo le preguntaba cosas y ella me iba contando”. Todo eso se han ido transformando de pequeños apuntes a historias, en una narración donde se unen la realidad y la ficción: “sí ahí entra la inventiva”.
A partir de ese germen de dejar su tierra, y llegar a Cartaojal, sus abuelos, sus padres, Rafael va camino por la historia de numerosas familias españolas pobres, que tienen que comenzar su vida en tierras ajenas con aquello que les dan y empezar a trabajar en el campo. Les toca vivir de todo, momentos complejos para unos y otros, hacer incluso de Lazarillo de Antonio, el Santo: “El me quería y yo lo quería a él”, momentos que aparecen reflejados en la historia de un niños que fue sus ojos a través de los cuales Antonio conocía su alrededor.
Traslado a Villanueva de la Concepción
La pérdida de su padre cuando nuestro escritor tenía 7 años marca el desarrollo de esta familia que termina trasladándose a Villanueva de la Concepción.
Rafael señala las horas de trabajo en el campo, “pasaba media mañana del olivo a la candela y la candela al olivo” cuando en pleno invierno llegaban las heladas. Tiempos que se reflejan en estas páginas, como las de cientos de personajes que recobran vida en una España pintoresca, pero a la vez tan cercana a nosotros.
Después de trabajar todo este tiempo en el campo, a los 16 años decide emigrar a Barcelona, en 1959, fecha en la que termina este libro.
Nos asegura que no es el final, “queda por contar”, y es que en tierras catalanas es otra vida distinta. Empieza su noviazgo con su esposa en Antequera en la lejanía por carta, y se ven muy pocas veces, “pero ése es el segundo volumen del libro”, que nos adelanta que tiene escrito “pero que ahora voy a dar un poquito de respiro a las personas de la editorial y a mi mujer”, nos dice sonriendo.
Y es que las páginas de esta novela se han ido fraguando con los años y conformando esta memoria, tejiendo y conformando unos mimbres que seguro, rondan en las cabezas de muchos de nuestros abuelos y padres.
Rafael vivió otra época, una compleja y por supuesto, la actual, por lo que nos permitimos preguntarle cuál prefiere: “Yo prefiero las dos, porque fíjate que yo nací en el 42, que estaba la guerra terminada, y todavía hasta el año 60 llegan los coletazos de la guerra. Las relaciones familiares eran distintas, eran más sinceras, les hacíamos preguntas a mis padres, la gente nos abrían sus casas, eso es lo que había, pero éramos felices porque no conocimos otra cosa”.
Y “teníamos una familia muy unida, muy buena, como la familia de mi mujer, que son extraordinarios”. Y claro “ahora estoy cómodo, estoy bien”, nada que ver con la vida de antes.
Y dejamos a Rafael que prosigue contando anécdotas, poemas, personajes que cargan su libro de sinceridad, y sobre todo, cariño al pasado, a sus abuelos, a sus padres, al niño que un día fue.