sábado 27 abril 2024
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Elena Melero canta con poesía y sentimiento la pasión y gloria según Antequera

El Pregón de la Semana Santa de Antequera de 2024 ha sido una exaltación de sentimientos y detalles por parte de la joven Elena Melero Muñoz. Ha reescrito las sagradas escrituras con la perspectiva de la pasión y gloria según Antequera. Su cortejo pregonero fueron pasajes de la Biblia a los que fue describiendo con poesías las diferentes imágenes de las cofradías antequeranas.

Todo en un solemne templo patronal donde la Virgen de los Remedios fue luz en un pasaje con luces y música de fondo con una orquesta sinfónica. Y en su baúl, recuerdos de su infancia, pasos de su vida y amor a Antequera.

Señaló el camino de los cofrades por estos días: «Coge tu cruz y sígueme, no va a ser camino fácil. Pon tu fe, como bandera y tu caridad de mástil. Que el perdón sea un mandato de obligado cumplimiento, y la oración un refugio en tus horas de lamento. No te muevas por el interés propio y cuida de tu medalla, no la uses solamente al llegar Semana Santa. Que primero se es cristiano, porque así lo quiere Dios, y ser cofrade te toca porque ser cofrade es un don».

Tuvo presentes a sus madres, la de la tierra y la del cielo. Dio gracias porque la tuviera en Antequera y porque proteja a la ciudad. Cantó a su tierra vestida de negro, con dos cintas en su espalda de pregonera de lujo, que le llegaba a los pies, con el nombre de todas las imágenes de Semana Santa, rematadas por los tres patronos: Señor de la Salud y de las Aguas, Virgen de los Remedios y Santa Eufemia. Tras ella, su baúl de recuerdos con su banda verde, su túnica del Mayor Dolor, unas torrijas o hasta un ángel. Faltaba la palabra y las azucenas que depositó en una jarra antes de empezar su exaltación.

La pregonera ofreció un compendio de versos. Empezó de la siguiente manera: «Aquella noche tan fría, a los pies de la Peña de los Enamorados, en un establo abandonado, un niño lloraba mientras el frío arrecía. Venían pastores antequeranos a darle la bienvenida al que, según el Ángel, sería el esperado Mesías. Hasta tres Reyes de Oriente llegaron a rendirle pleitesía al que sin duda la Estrella les había guiado. El Señor encargó a un ángel de la corte celestial, que acompañase a Jesús en su largo caminar, para que fuese prueba de su vida y su Pasión, y hoy nos trae hasta nosotros, aquella historia de Amor, quédense con esto. Y pasaron los años, y Antequera era testigo de su gran sabiduría, el niño crecía y su madre María, guardaba en su corazón cada palabra, cada gesto, cada sonrisa».

Siguió en el Nacimiento del Niño Dios y siguió con su crecimiento, apostando por sus rimas en torno a las imágenes de nuestras cofradías: «No te pierdas Jesús mío, que mi fe te necesita, que si te pierdes, me pierdo que si no estás, me da miedo recorrer sin tu manita el camino de la vida». Una pregonera muy mística pidió ser primero cristiano: «Que primero se es cristiano, porque así lo quiere Dios, y ser cofrade te toca porque ser cofrade es un don».

De una boda partió la fiesta y la referencia al Señor de la Pollinica: Que todos en esta tierra hemos sido “Pollinicos” con palma o pértiga desfilamos cada Domingo de Ramos cuando éramos chiquititos». Aprovechó y cantó a la Virgen de la Consolación y Esperanza: «recógenos en tu manto, y llévanos hasta tu hijo, que acongojado y sumiso, comienza su pasión rezando». Y terminó con alusión al Señor Orando en el Huerto de los Olivos. «Su mirada se alza al cielo, volviendo a pedir auxilio, mientras calle Lucena ya es, Huerto de los Olivos» donde fue añadiendo momentos de la procesión del Domingo de Ramos.

Ahora la pasión, momento para el Señor del Rescate. «Trinitario rescatado, amárrame con caridad, que no me amarre el pecado que me amarre tu bondad, cuando camino a tu lado». Y con Él, la Virgen de la Piedad: «Azul y rojo se torna, la luz en la recogida. La vela ya está apagada, la mantilla, desprendida esperando un nuevo marzo, que traiga consigo del brazo otro Martes de Rescate, de Piedad y de vida».

De La Trinidad a Santiago donde «Jesús atado a la columna, de Santiago, su barrio y en la fe de los Servitas, a una oración invita cuando sale el Jueves Santo». Y llegó uno de los momentos más emotivos para la pregonera, tocaba hablar de una de sus imágenes predilectas: el Señor del Mayor Dolor. «Antequerano, ayúdame a levantarlo, que verlo así yo no puedo. Ayúdame Antequerano, a levantarlo del suelo. Ponlo en pie de momento, y déjame que le de un beso que sin apenas le roce las llagas de su frágil cuerpo. Acércale sus vestiduras y que pase este tormento. Déjame que limpie su rostro lleno de tristeza y miedo. Sécale las lágrimas de sangre y ayúdame antequerano a levantarlo del suelo».

Cambio de barrio. «El cerro de Vera Cruz, ya no es cerro, ahora es camino. Camino de salvación, camino de verdes guiños que caminan con tesón acompañando a su Cristo. Nazareno de la Sangre, el que no camina solo, lo acompaña aquel ángel, al que Dios encomendó proteger como a un tesoro». Y regreso a Belén: «De la mirada granaína, anatomía antequerana, conventual Jesús del Consuelo, no puede ser de otra forma, vecino de Puerta Granada. Morado, rojo o burdeos, da igual lo que a ti te pongan, más de blanco me apasionas, eres de Antequera una joya Cristo de José de Mora».

Y rumbo a Santo Domingo: «Y Dios sigue su destino, por el pecado del hombre. De Santo Domingo ya viene con cruz de plata labrada, caminando el Dulce Nombre». Y subiendo las cuestas: el Portichuelo: «Quiero ser el Cirineo y ayudarte con la pena, o también como tu Madre y socorrerte en la vega, quiero ser mujer Verónica y que en mi dejes tu huella, quiero ser del Portichuelo, para poder tenerte muy cerca Nazareno de Antequera».

La muerte de Jesús

Y Jesús muere. En San Pedro En San Pedro, el Señor entrega su madre a San Juan, y se la entrega a los antequeranos que también son sus hermanos que al pie de la cruz están.¡Cuán misericordioso es Jesús, que entrega lo más valioso, una madre, lo más precioso, Consuelo para el que sufre, así es Dios de generoso!». Y ahí su Madre del Consuelo: Cuarenta y ocho estrellas, van en tu trono alumbrando. Alumbran tu tez perlada, tus mejillas sonrosadas y tu mirada de anhelo. hermanaco desde las andas, o al submarino apoyando, la cadencia va en sus pasos, las bambalinas bailando, suave brisa, Jueves Santo».

En Santo Domingo: «callado y discreto halo. Buena Muerte, yo en ti hallo, el motivo de tu verdad. Y tras de ti, ya va tu madre, María Santísima de la Paz, que no deja de orar al Padre, por tu alma y tu bondad. Su palio es como un joyero, sustentado por varales: Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo, y el cuarto es para Antequera por querer a la más bella, cuando llega el Viernes Santo». De la Paz al Socorro: «Una corte celestial, te acompaña en tu peana, hasta bajar a la tierra, puerta del cielo temprana, Madre eterna y soberana. Dichosos sean los lazos, que llevas sobre tu saya, dichoso sea el rostrillo que adorna tu bella cara. Dichosas sean tus manos, rezando entrelazadas, dichoso el Portichuelo, que como madre te aclama».

Y segundo momento que el corazón de la pregonera sobrecoge, el Cristo Verde: «Tus clavos son azucenas para aliviarte el dolor, al igual que las espinas que aún siendo de hermosa flor tu frente bendita dañan oro y perlas, laberinto cincelado, la azucena antequerana yace junto al mismo Dios. Trono en madera desnuda, meciéndote en tu pasión, dormido, te hace de cuna, por Duranes, una nana convertida en oración. El Señor en Antequera, nos ha dejado un legado, y ha querido estar presente cruzando el pecho, paciente, amarrando el amor encarnado, en forma de banda verde. Como también verde es tu cera, la que forma parte de vela, penitencia del estudiante, verde es la sangre de tus venas, que brota del costado al instante».

Y Jesús, ya muerto, es abrazado por su Madre de la Soledad. «Dorado ataúd de duelo, dormido el Señor, permanece, frío cuerpo, inerte hielo a su padre del cielo obedece. Aquel angelito del cielo, se posa sobre la urna, se lamenta del cruento final, ojalá cambiar su fortuna. Su madre callada lo acuna, y comienza a cantar una nana. Sus ojos de lágrimas se empañan y tiembla el suelo al caer una. Sola se queda María, solos clavos y corona, sola la cruz y el sudario sola queda el alma mía. Solo se queda su altar, sola se queda la Tierra. Solo el Carmen y su barrio, sola se queda Antequera».

El dolor de María se refugia en los Dolores. «María, te acompañamos en tu Dolor. Siete Dolores llevas pasados, siete Dolores en Santiago, siete Dolores por nuestros pecados, siete Dolores en tu pecho clavados. Siete Dolores, como los Santos Servitas, siete Dolores, que en tu alma ya gritan siete Dolores, que te están matando, siete Dolores que tu fe te quitan. Y al salir de Belén cada Jueves Santo, parece que los Dolores se van aplacando. Antequera te arropa y te llena de amor, piropos ya salen de su corazón».

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¡La Gloria en Antequera!

Y tras la muerte, la Resurrección. «La cruz ya no es muerte, ahora es la vida, Jesús resucita, para darle al cristiano la gran bienvenida. Sentido de todo, sin resurrección no hay nada, lo más importante de una Semana, está en el Domingo, bendita mañana. En San Juan de Dios se ha aparecido, resplandeciente luz, sol radiante venido del cielo nos llega a nosotros, y a los antequeranos ha bendecido».

Terminó su exaltación con ese ángel que sale del retablo de los Remedios: «Gracias Angelito del cielo, gracias Virgen de los Remedios, por habernos prestado sus alas y ser testigo del sueño. Y a tan solo una semana, ya suena la bendita campana. Ya es la hora, Antequera. Abre los ojos de esta espera eterna. Llena de azahar las calles, plazuelas, aceras. Engalana tus balcones con benditas azucenas».

Pidió a todos los presentes que se preparen para la Semana de Pasión que está por llegar y ella anunciaba de esta manera: «Prepara ya la túnica, y también la almohadilla la cuerda para amarrar y aunque nos pese, la presilla. Prepara ya el capirote, los guantes y la mantilla, plancha la capa y el capuz, y cuenta ya las horquillas. Limpia bien toda la plata, las cartelas y faroles, las tulipas abrillanta, que esté todo de mil amores».

Porque «de tradición y cultura, de belleza, fe y amor presto, a la Vega, antequeranos, vamos a cuidar lo nuestro. Antequera eres la envidia, de quien te mira y te reza, porque has sabido conservar tu patrimonio y tu esencia». Y puso al público en pie al rematar su exaltación: «Prepárate, vida mía, que solo falta una semana, para que el Señor y María, bendigan tus calles y plazas, con su presencia divina. Que sea lo que Dios quiera, y que salga el Sol por Antequera, en esta semana bendita. He dicho», poniéndose en el centro y alzando una horquilla ante un templo en pie para agradecer a la pregonera su derroche.

La presidenta de la Agrupación Trinidad Calvo y el alcalde Manuel Barón le entregaron al final el título de pregonera. Ella, emocionada, quiso dar las gracias en ese momento, había conseguido su sueño: ser pregonera de Semana Santa. Y lo hizo. No paró de tener felicitaciones por el derroche de amor a su tierra y su Semana Santa. Antequera tiene ya a su Elena Melero, como Sevilla tuvo a Rafa Serna como referente de sacar lo que un cofrade tiene en el corazón y rendirse a la Semana de Pasión y Gloria. La pregonera mostró a los jóvenes que todo se pude conseguir en este mundo cofrade, donde hay que ser antes cristiano y buena gente. El acto fue conducido por la cronista de la Agrupación Rocío Moltó y el pregonero de 2023, Antonio Jesús Palomo, se encargó de darle el relevo a la pregonera de 2024, Elena Melero, con una soltura de madurez de saber estar a pie de pregón cofrade.

Meson Coso Viejo

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