lunes 28 abril 2025
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Miguel Ángel Peláez: Cuando la devoción va más allá del sentimiento del corazón

Miguel Ángel Peláez Jiménez (Antequera, 1 de septiembre de 1959) vivirá un Domingo de Ramos diferente este 2025, sin estar al lado de la Virgen de la Consolación y Esperanza. Los años pasan y ha visto la necesidad de sentirla de una manera diferente.

Hijo de Manuel Peláez Casado y Pilar Jiménez Sánchez, está casado con Mariana Pacheco Ardila. Tienen dos hijas: Guadalupe y Mariana. Y su pasión son sus nietos: Nerea, Aitana, Erick, Alma y Mía. Hermanaco desde 1977, fue hermano mayor de insignia desde 2001 hasta 2012.

El corazón pollinico de los tiempos que vivimos tiene un nombre: Miguel Ángel Peláez Jiménez. Con 65 años ha decidido dejar de ayudar al actual hermano mayor de insignia, como venía haciendo desde que sus problemas de salud le obligaron a dejar de ser quien dirigiera el palio de la Virgen de la Consolación y Esperanza, aunque siempre ha estado ayudando a Miguel Jimena Jimena.

¿De dónde surge esta devoción a su Virgen? “Pues por casualidad. Había un compañero mío, José Zambrana, que se fue al servicio militar. No le autorizaron a venir el Domingo de Ramos. Me pidió que saliera por él el Domingo de Ramos debajo del manto. Era el año 1977 entonces. Pero Dios quiso y Ella también, que al año siguiente estuviera en su varal, en el número 54, y es donde estuve hasta que me nombraron hermano mayor en el 2000”. Empezó a salir el Domingo de Ramos de 2001.

¿Antes había participado en alguna otra cofradía? “Como cofrade dicho plenamente, no. Sí acompañaba a mi madre en el Señor del Rescate. Y luego, después de mi enfermedad, alumbrando al Señor del Mayor Dolor”. A su Virgen, ¿cómo la llama? “Yo la llamo mi Niña” ¿Cómo vivió sus años de hermanaco? “Yo recuerdo que cuando salí la primera vez, el hermano mayor de trono era Juan Machuca Carbonero. Entonces salíamos por calle Encarnación hacia abajo, e íbamos andando. Con el palio octogonal que tenía la Virgen y el manto verde sin bordar. Luego con los tres tronos completos, comenzamos a mecer”. Lo mejor como hermanaco ha sido… “Creo yo que disfrutar. Disfrutar porque aunque termines como terminas… He tenido mis oraciones, como dice el otro, por cualquier tipo de problema. El trabajo ya sabemos lo que es”.

Y luego hermano mayor de insignia. “Cuando Manolo Sotomayor me nombró hermano mayor de trono, pues ya fue el boom”. ¿Cómo está cambiando el mundo de los hermanacos? “Se está consiguiendo la uniformidad, que eso ya ha costado lo suyo. Estamos perdiendo los zapatitos de deporte, por lo menos los vigilamos mucho y yo, como era hermano mayor, he mandado a dos de ellos a cambiarse de zapatos antes de hacer el desfile, porque no me vengas con unas zapatillas blancas y unos cordones verdes…. Y luego el tabaco. Nosotros casi lo hemos conseguido, pero con todo y con eso no me sigue gustando el que te salgas a hacerte la foto, que dejes la horquilla sola….”.

Parece que fue ayer el año 2000 con el nuevo palio, el taller de bordado, la mejora del cuerpo procesional. “En una foto en El Sol de Antequera figuran esos cambios con Federico Esteban, Manuel Higueras… en el taller de calle Nájera. Nuestras mujeres terminaron su trabajo y estábamos recortando y pegando y pintando, haciendo lo que se consiguió en ese año al completo”.

Y ahora, los 75 años. ¿Cómo han cambiado las directivas? “Bastante. Federico, que era una persona que primero te escuchaba y luego te contestaba, que no ha sido de los que yo ordeno y mando sin criticar a ninguno. Agustín fue muy bueno, pero se fue antes de tiempo”. ¿Y el actual? “Pues ya lo conocéis todos, lo está haciendo muy bien, ha hecho muchas cosas en estos ocho años”.

Medalla de Oro de la Cofradía
El pasado día de la Virgen, le concedieron la Medalla de Oro de la Cofradía, algo que creo recordar que sólo se había dando antes a pocas personas, como fue al propio Federico Esteban. “A mí me la dieron la Navidad pasada, el día de María Consolación”. ¿Qué significó? “En principio fue inesperado, porque, primero, porque no habían pasado 50 años; y segundo porque yo sabía me habían dado de sorpresa igual a la de los 35”. Y ahora decide dar un pasa al lado. “Ya había dicho después de Semana Santa, que lo iba a dejar lo que es internamente a la cofradía, que estaría lo que pudiera. Yo físicamente no puedo hacer más. Llegar y ver, por ejemplo, un trozo de hierro en el suelo o una caja de herramientas y no poder quitarla porque físicamente no puedo…”.

Su trasplante de corazón
Le pedimos permiso para que nos hable de su fe y de su enfermedad. Su corazón se agotaba, necesitaba un trasplante para seguir vivo. Tuvo que esperar, estuvo a punto dos veces antes y llegó el día a la tercera oportunidad: 29 de octubre de 2015. Lo de cerrar los ojos y no saber si los va a abrir de nuevo… “El día del trasplante, sientes que tu vida pende de un hilo y que los que te quieren están contigo”. ¿Su último recuerdo antes de pararse su cuerpo, quién fue la última persona o en qué pensó? “Estaba mi familia allí: mi mujer, mis hijas, mi hermana, mi cuñada. Hubo dos intentos fallidos y en ese momento la verdad que no sabes lo que pensar o va a pasar. Yo llegué allí y es un laberinto con inyecciones de todos los tipos. Allí estás como flotando. Recuerdo que veía las luces de los pasillos y cuando iba para el quirófano, pensé: ¿a ver si no es el cielo? Me estaba quedando dormido y que contara y no llegué al 10, pero sentí la mano de mi mujer”.

¿Y qué pasó al abrir los ojos? “Los pude abrir gracias a Dios y le dije a mi mujer, si ya estaba operado. Me dijo que sí, desperté al día siguiente. Y le pedí que entraran mis niñas. Estaba completamente lleno de drenajes y con cuatro pinzas, dos en cada lado del cuello. Y recuerdo que, tras verlas, me volví a quedar dormido”. ¿Cómo fue su reencuentro con su Virgen, su Niña? “La primera vez que volví a verla fue…”. Se emociona y le dejamos recuperarse.

¿Cómo le ayudó su Virgen? “Pues la sigues mirando como yo lo hacía cuando estaba en el puesto 54. Y es que te gusta, es tiene que haber algo arriba porque yo creo en algo”. ¿Qué tiene su Virgen de especial? “Tiene esa carita dulce de calma, serena no llora”. ¿Le gustaría ver a sus hijas y nietos bajo sus andas? “Mi hija, la menor, la que ha dado a luz ahora, salió dos años de hermanaca. No me dijo por qué, nada más que quería salir. Yo no le pregunté”. No hace falta preguntar… salió. “¿Y mi nieta? Pues ahora mismo los cuatro mayorcitos están saliendo con su capa verde y si alguna quiere salir, que lo hagan”.

Sin palabras, aquí el testimonio de un devoto, de alguien que se dejó llevar por la mirada de su Niña, que la vida le dio una segunda oportunidad, pero que su devoción va más allá del corazón pollinico que demuestra que el alma es lo que nos da vida, la que hace sentir al corazón y la cabeza. ¡Gracias por el testimonio!

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