En un pesebre al que trataba de dar calor, acoger, y cantarle cancioncillas memorizadas sin entender muy bien el significando. Sintiendo que, el Niño Jesús, se alegraba cuando me acercaba a contemplarlo. Han pasado muchos años y me emociona mirar el Belén como lo hice la primera vez.
Sigue existiendo el regocijo interior cuando observo el rostro ruborizado del niño y el cariño que se desprende de sus padres. Están extasiados los dos. Entre paja y animales se ha improvisado el hogar del Amor. Sobran las palabras, la tenue iluminación, que apenas deja ver el rostro del pequeño, es capaz de encender toda la Tierra. La fe y el ardor se han dado un abrazo sincero y agradecido, extensible a todo el género humano y siempre el mismo mensaje que se repite, año tras año, y que quiere formar parte del día a día: caridad.
Son muchas veces las que olvido ejercitarla, y muchas más, las que intento camuflarla con pequeñas miserias que apenas sirven para algo. Pero aún así, sigo pensando que hay Navidad, que quiere vivir dentro de mí y siempre me busca cuando más la necesito. Creo que estoy en un momento excelente, tengo conmigo a toda mi familia, me rodeo de amigos, de una gratitud y lealtad por los que me pregunto si yo soy merecedora de ellos y necesito, de igual manera, llevar el mensaje de amistad y afecto a los colaboradores del Sol, que cada semana nos reúne para dar un poco de luz y aire a esta ciudad. Cuando llegue la primavera, habré cumplido mis bodas de plata con “El Sol”, pero a diferencia del poeta cubano, Nicolás Guillén, al que tanto me gusta recordar y releer su poesía, el sol no arde en mis manos, y mucho menos, soy capaz de repartir.
Pero aún queda espacio para corregir olvidos, y si tuviera unos brazos, fuertes y largos, estrecharía a todos deseándoles que lo mejor que puedan soñar se haga realidad en sus vidas. Curiosamente, desde las primeras líneas que he comenzado el escrito, los colaboradores me van pidiendo paso en mi mensaje de Navidad como si me quisieran decir: “Ya nos has leído muchos años, sabes cómo sentimos, pensamos y la necesidad que tenemos los unos de los otros”.
Y desde luego que la Navidad del 2020 no sería igual de hermosa sin los villancicos tradicionales que con trabajo y dedicación ha recuperado don Juan Benítez, recién nombrado hijo adoptivo por reunir méritos sobrados para recibir tan gran honor. Carmen, poesía, sentimiento… se actualiza cada diciembre porque nos hace contemplar: “las lágrimas sobre un rostro de gesto desgarrado” y me invita a acudir a la llamada del dolor, miseria y necesidad. Fernando, a secas, no se necesita más para saber que es él, puntual a su cita, discreto, deportista y sabe llenar, como pocos, el espacio. Pepe Jiménez, listo y perspicaz, me lleva siglos por delante cuando me cuenta que “el apoyo al semejante es causa principal para favorecer la evolución de nuestra especie”.
Mariano, elegante y solícito, me ayuda a conocer enfermedades que despiertan mi curiosidad y mejoran la vida de muchas personas. Y me congrega, si es correcto decirlo así, el cine. Salvador es el que sabe, y me hace mirar al séptimo arte con ojos más creativos. Sin Félix, a la arquitectura moderna, le faltaría sensibilidad, empático y amable como pocos. Paco Peramos es artista, envidio sanamente esa facilidad que tiene de transmitir siempre cosas agradables y buenos deseos. El Mundo Mochano me hace reír y reflexionar, cuando la sociedad se tambalea, como está ocurriendo, toda la familia es necesaria, hasta los postizos que no gozan de los mejores calificativos. Javier Santos, ha llegado hace poco a mi vida periodística, sabe hacerse querer y se entusiasma con una facilidad asombrosa ¡qué alegría! Lleva a cabo lo que se propone. Profesor San Millán, te veo aparecer el primero en las hojas que se reservan a las colaboraciones. Me gusta tu estilo. Artículos muy pensados que te definen y clarifican lo que hay dentro de ti, y todo es bueno. Y tantos que serían imposible nombrar llenan las páginas de historia, religión y filosofía y todo por ANTEQUERA.
Hago un punto y aparte para dar la enhorabuena a don Antonio Alcaide por la medalla de Honor de las Academias Andaluzas. Es una gozada compartir protagonismo en nuestro Sol, con un científico de tu categoría, COMPARTIR, se ha convertido en tu programa de vida. Gracias, porque estas fiestas son las tuyas.
Curro, te he dejado para el final, sé que andas exuberante, como siempre deseando proponer nuevos retos personales para tu vida que es la de tu familia de sangre y tinta. ¡Qué mejor fecha para tan buena nueva! Toda tu familia del Sol, que no es precisamente pequeña, está tan feliz como yo de saber lo bien arropado que estás de amor en tu hogar y lo que te puede deparar el 2021. Os necesito a todos y deciros lo importantes que sois en mi vida. Mi brindis de Navidad va por vosotros.Consciente de la realidad que ha tocado vivir, trato de sacar a la luz, la Navidad escondida que disfracé muchos años con mensajes poco reflexivos, que solo invitaban a comprar lo que fuera, la vista no alcanzaba más allá de la envoltura con independencia de lo que guardara en su interior. Este año me la juego en Navidad, no sé si el virus va a venir a buscarme, pero tengo la fortuna de contar con el tiempo suficiente para decir que la caridad, un sentimiento que llevo con arraigo, que heredé de mis padres, me ha dado mucha felicidad a lo largo de los años.
La caridad está en todas partes, en el abrazo sincero, en las miradas de aprobación, ser servicial, donar un juguete, ofrecer algún alimento, o simplemente, extender la mano, para quien la tiene al otro lado, pueda satisfacer un pequeño deseo. He recibido mucha. Mis escritos han servido de recuerdo a personas que siempre agradecen mi constante invitación a la generosidad. Cada día me asombro más ante la importancia de lo pequeño. Pequeño es el niño que cada diciembre trae nuevos ideales, y es el mejor guía para aspirar a un mundo más hermanado. Tendría que acercarme a la librería que tengo al lado de casa y comprar esas entrañables tarjetas navideñas que Cáritas, Unicef y muchos otros colectivos, ponen a la venta para obligarme a escribir, a personalizar el mensaje que quiero dar a cada uno, y de paso, la solidaridad hace un recorrido más largo. Me cuesta, la tecnología me ha añadido un plus de vaga. Este año, mascarilla incluida y mucho temor, no serán suficientes para evitar que encuentre la Navidad de siempre, profunda, inspiradora y llena de paz . Es mi mayor aspiración. ¡Feliz Navidad!