sábado 20 abril 2024
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“Joseíllo Cuencas”, maestro torcaleño

Aquel niño pequeño había sido criado por las ubres de una cabra, el animal entraba berreando en aquella humilde casa, buscando a Joseíllo como si fuese un chivo más… Aquella cabra lo tenía como a un miembro del rebaño y aquel pequeño crío, tomaba la preciada leche de aquella cabra. Aquel vínculo de Joseíllo con los animales y la naturaleza desde su más pequeña infancia, persistirá hasta el fin de sus días y tenemos que tenerlo presente.

Como atestigua el día que en plena Alameda de Málaga y sin pensarlo dos veces Joseíllo bajó del coche y parando todo el tráfico de la capital, salvo a un pequeño gorrión que extraviado que saltaba de carril en carril… Con apenas cinco añitos Joseíllo fue entregado por sus padres a los señores de un cortijo, su trabajo consistía en cuidar los chivos, las gallinas… y en ayudar en todas las labores que fuese necesario. Su trabajo no era recompensando con sueldo alguno, su paga era un plato de comida en el mejor de los días, otros se tenía que conformar con un poco de cebada y un hoyo de pan con aceite.

Hoy en día un acto así, por parte de una familia, sería juzgado por la sociedad como una aberración, pero en los años 20 del siglo pasado, era un acto de plena supervivencia en el seno de una familia humilde, familias humildes que desgraciadamente no tenían para dar de comer a todos sus hijos y la única salida que les quedaba para poder criarlos, era entregarlos en cortijos a la temprana edad de 5 o 6 añitos. Para mí un verdadero acto de amor y valentía.

Ésta es la historia de “Joseíllo Cuencas”, uno de los últimos maestros torcaleños

Hace unos meses una señora se me acercó por la calle, preguntándome si yo era el chico que subía los vídeos a YouTube. Al principio me quedé un poco desconcertado, ya que su voz y el poco rostro que la mascarilla dejaba de ver, no me resultaban familiares… “Sí, soy yo”, le contesté. Ella titubeó por un momento y entonces me confesó que su padre de 94 años de edad, durante el confinamiento por la pandemia de la Covid lo estaba pasando mal, pero que de causalidad supieron de mi canal de YouTube y que él se pasaba horas viendo mis vídeos y en especial los dedicados al Torcal. “Mi padre se crió en la zona de Rosas Bajas muy cerca del Torcal y prácticamente toda la vida se dedicó al pastoreo en la Sierra. Cuando ve tus vídeos, empieza a recordar nombres y enclaves del Torcal. ¡Gracias, Miguel Ángel!”.

Un escalofrío y una mezcla de sensaciones recorrían mi cuerpo, saber que mi hobby, el cual comparto con todos de forma totalmente altruista, le estaba haciendo tanto bien a una persona mayor, me emocionó de verdad. “Mi padre se llama José Cuenca Martín, pero es más conocido por “Joseillo Cuencas”, me aclaró su hija Teresa. Yo el nombre de “Joseíllo Cuencas” lo había oído de otros pastores, lugareños y amantes del Torcal, pero ignoraba de que siguiera vivo. Teresa y yo nos intercambiamos los teléfonos y quedemos en llamarnos, ya que yo quería conocer personalmente a Joseíllo Cuencas.

Aquel día Teresa me mandó una fotografía de su padre sentado en su sillón y viendo uno de mis vídeos en una gran pantalla de televisión. Su cara estaba iluminada, llena de vida y sus ojos brillaban con una luz especial… ¿Qué podría hacer yo por aquel hombre? ¿Cómo podría hacerle un pequeño homenaje? Entonces me dije ¿y por qué no dedicarle un vídeo homenaje, un vídeo que repasara su vida, su amor y respeto por la naturaleza y sus semejantes…? Dicho y hecho me puse manos a la obra, sabía que no sería una tarea sencilla, pero tendría como ayudante y cómplice a su hija Teresa y a todos los pastores del Torcal.

Lo primero fue pedir permiso a su hija, de inmediato me contestó afirmativamente y que me ayudaría en todo lo que ella pudiera. Previamente Teresa me había mandado fotos de su padre pastoreando en El Torcal de Antequera, le pedí todas aquellas fotografías, tenía que escanear todo el material y en seguida las tuve en mis manos. El otro paso a dar, era hablar con los cabreros y pastores del Torcal, mi idea en un principio era ir intercambiando las fotografías de mis rutas por la sierra, con fotos de Joseíllo Cuencas por el Torcal, e ir intercalando mensajes de ánimo de los pastores del Torcal. Por suerte tenía bastante material, ya que después de su jubilación, Joseíllo siguió ligado a la más mágica de las Sierras, como guía local en el senderismo del Patronato Deportivo Municipal de Antequera, donde compartió con todos, su sabiduría, su saber y su amor por el Torcal.

Con todos los pastores y cabreros del Torcal que hablé, explicando el proyecto, quisieron colaborar al momento y sin poner una sola pega. Su naturalidad y sencillez ante la cámara eran simplemente excepcional, recuerdo a José “El Lucas” a primeras horas de la mañana, mandando un mensaje natural y lleno de bondad, sin titubear y de una sola vez, en cambio al gran amigo y cabrero del Torcal, Antonio “El Catalino”, le costó varias tomas el poder mandar un mensaje de apoyo a Joseíllo, el pobre se ponía muy nervioso y no conseguía terminar. También recuerdo con muchísimo cariño, cuando fui hasta el cortijo del Colmenarejo a pedir la colaboración de  “Lorenzo el Caqui”, uno de los pocos lugareños del Torcal, qué aún viven en la sierra. Lorenzo estaba en su pequeña casa incrustada literalmente en las piedras calizas del Torcal, cuidando de sus animales, con el cariño y amor que él solo sabe dar. 

Cuando le compartí que a Joseíllo Cuencas ya le empezaba a fallar un poco la memoria y que yo quería hacerle un pequeño homenaje en vida, literalmente Lorenzo, un hombre curtido en la sierra, trabajando de sol a sol desde que era un niño y con 88 años de edad, se me echaba a llorar apoyado en mi hombro… Me estremeció el corazón, Lorenzo y Joseíllo se conocían de pequeños y habían fraguado una amistad a través de los años y que jamás se rompería. Lorenzo me hizo mil preguntas sobre su amigo Joseíllo, al cual llevaba años sin ver y cuando quedó tranquilo y secadas las lágrimas de sus cansados ojos, miro la cámara y mando un mensaje a su amigo del alma, un mensaje que nació de su corazón y que os trascribo literalmente.

“¡Hombre, José!: ¿Te acuerdas cuando estábamos ahí, en el Aguafría, cuando te pusiste ahí, en el almiar? ¿Te acuerdas cuando saquemos (sacamos) los yeros, una noche que ‘mi’ (nos) faltó semilla? Estábamos sembrando yeros el losCollados y ‘mu’ (nos) faltó semilla y ‘pa’ (para) que el amo no ‘mus’ (nos) regañara, ‘saquemos’ (sacamos) unas pocas que había, unas pocas de gavillas en rama y nosotros las ‘desgranemos’ (desgranamos) en una espuerta ‘pa’ (para) al otro día pintarlas, que pintaban mis hermanas, que estaban pintando. José: Que te he visto y estoy, vamos, llorando, llorando de alegría… Como un hermano para él, ‘vamos’ (nos hemos llevado) siempre muy bien y ‘tuvimos’ (estuvimos) unos pocos años juntos en Aguafría con los mulos cuando se trabajaba de ‘to’ (se trabajaba en todo)… Y que vaya todo muy bien; que te pongas bueno, que te quiero mucho”.

Otros pastores quisieron participar, como fue el caso de Paco “El Patarras” de la familia de los “Patarrillas”, pero los confinamientos perimetrales y la maldita segunda ola del Covid, lo impedirían. El afamado doctor Quesada, uno de los oftalmólogos más prestigiosos de la provincia de Málaga, también quiso colaborar, mandando una carta escrita, donde narraba las vivencias vívidas con su gran amigo “Joseíllo Cuencas”. Para mí uno de los testimonios más emotivos, donde Quesada hace todo un elogio de amor y cariño, a su amistad con Joseíllo. Para más culmen la persona que pone voz a la carta, es Pablo, el hijo de Teresa y nieto de Joseíllo… Otro de los mensajes que llegan al corazón y que demuestran el gran cariño que ha ido sembrando Joseíllo en todos aquellos que lo han conocido, es el del técnico deportivo Paco Chamizo, donde repasa su amistad, sus momentos vividos en la Sierra y sus largas marchas con el grupo de senderismo del antiguo Patronato y cómo no capitaneadas por Joseíllo, el cual no dudaba en prestar su hombro como apoyo para los compañeros… Paco Chamizo en el mensaje, recuerda con especial cariño, el día que acompañó a Joseíllo hasta el paraje que lo vio nacer: “Las Rosas Bajas” un enclave situado entre la Joya y el Sur del Torcal. Aquella casilla donde nació Joseíllo Cuencas ya no existía, hace muchísimos años, en aquella Guerra Civil entre hermanos, el bando republicano había elegido la zona como campo de tiro y posteriormente los nacionales la arrasaron creyendo que era un nido de infieles rojos… La familia de Joseíllo decidió marcharse de allí ante los avatares tan horribles y sin sentido de la guerra, siendo una de las muchas familias de exiliados que huían del terror de la guerra hacia Málaga.

 

Joseíllo nunca guardo rencor ni a unos ni a otros, él solo quiso tener una vida en paz y sacar adelante a su familia. El Torcal le regaló la paz que buscaba y entre naturaleza y extrañas figuras en piedra, alcanzó el sosiego que su corazón necesitaba. Siempre fue una mente llena de inquietudes por aprender, de pequeño en el cortijo del señorito, sabía exactamente el momento en que el maestro rural llegaba para dar clase a los hijos de este y escondido tras la ventana de aquella sala convertida en una clase de colegio elitista. Afinaba el oído para intentar seguir el aprendizaje y siempre a escondidas cogía un trozo de carbón, con el cual intentaba hacer trazos e imitar las letras de aquel profesor. 

Prácticamente así fue como se enseñó a escribir y leer, hasta el día que el señorito lo descubrió y poniendo el grito en el cielo fue mandado al corral de las cabras. Aquel maestro enterado de lo sucedido quiso interpelar por él, explicando al señorito que para nada la actitud de aquel muchacho podía ser algo negativo para el aprendizaje de sus hijos, pero el señorito elevando la voz y desafiando al maestro zanjó el asunto con un “el niño donde tiene que estar, es con las cabras…”. Lo que no sabía el pobre señorito, era que a él y su soberbia nadie lo recordaría, pero a Joseíllo Cuencas se le recordará durante generaciones por todos los que amamos la naturaleza y nuestro Torcal.

En la madurez estas anécdotas las recuerda con cariño y no con odio, pero sí recuerda un hecho que le dejó grabado para siempre y definitivamente aprendió ese dicho que dice “el pobre, es pobre y el rico, es rico”. Recuerda con dolor como al poco tiempo de estar en aquel cortijo y tras una larga jornada pastoreando con el rebaño, el frio, el hambre y el cansancio le había calado hasta los huesos y llegando al cortijo, entró dentro buscando el calor del fuego de la chimenea, para que no le regañaran, se quedó acurrucado en las escaleras y después que la familia del cortijo había cenado, cada miembro se dirigió a sus habitaciones para dormir. Joseíllo, por el temor a que recibiera un castigo, cerró los ojos y se hizo el dormido, y aquella familia fue pasando uno a uno por encima de Joseíllo, un niño de unos 6 añitos y ningún miembro tuvo un gesto de humanidad hacia él… Aquel día y con aquella temprana edad, Joseíllo se daría cuenta para siempre de la poca humanidad que el ser humano puede llegar a tener con el prójimo.

Era un niño que disfrutaba de la vida, aunque la vida no fuese justa para él y que de vez en cuando se llenaba los pies de barro para intentar saber que se sentía al llevar unos calcetines, uno calcetines de color marrón como los que llevaban los hijos del señorito, pero los de Joseíllo eran de barro… Sin querer conecté rápidamente con Joseíllo, sus anécdotas a grande rasgos eran las de mi padre. Sí, mi padre con 7 u 8 años ya guardaba una piara de cochinos en el Cortijo de la Peña y aprendió a leer y escribir con las letras de los carteles y señales de las carreteras… Vidas duras, vidas llenas de sufrimiento y dolor.

También mi padre conoció la indiferencia y el desprecio por parte de algunos “señores” que no veían admisible que un jornalero del campo sin estudios, llegará a ser concejal del Ayuntamiento de Antequera. En mis charlas me contó anécdotas de mi padre, al cual lo había conocido hace años atrás… enclaves de la Sierra, anécdotas de la vida y sobre todo su cariño y profundo respeto por la naturaleza. Una de las frases más bonitas que aparecen en el vídeo, es cuando le pregunto ¿qué le diría a la gente que se acerca al Torcal?: “Que respeten lo que hay aquí, que no lo abusen, que no lo pisen, que no lo pataleen… porque estoy viendo cosas pataleas, que no hay porque patalearlas que están sus veredas para andar… al tiempo que quieras y no se tiene porqué esfaratar las cosas… yo soy Joseíllo Cuencas”.

Que un señor de 94 años mandé este mensaje, es verdaderamente para hacernos reflexionar… Si entre todos no respetamos nuestro entorno, nuestra naturaleza, nuestra Sierra, ¿Quién lo hará? Por último contaros que en mi canal de YouTube “Antequera Oculta” podéis encontrar el vídeo que le dediqué a este gran hombre, a este gran “Maestro Torcaleño”.

Durante los días noviembre de 2020 en los que estaba redactando este artículo homenaje, recibí la llamada telefónica de Teresa, la hija de Joseíllo Cuencas, para comunicarme que su padre con 94 años y su madre Josefa de 91 habían contraído la Covid19, una sensación de pena, impotencia y rabia, inundó mi persona… No podía ser que un maldito virus pudiera llevarse a Joseíllo y Josefa, dos valientes, dos luchadores, dos antequeranos que habían sobrevivido a la guerra, a los tiempos del hambre… Un matrimonio que luchó como nadie para sacar adelante a sus cinco hijos… José con sus cabras y ovejas en El Torcal y Josefa con su ceguera tan injusta y a tan temprana edad. El corazón se me rompía al pensar que se podían marchar para siempre, por este injusto virus, pero una vez más, esa naturaleza forjada en mil batallas, les hizo salir indemnes y valerosos de esta maldita enfermedad.

Hoy gracias a su fuerza y amor, pueden seguir caminando por la vida y gritar al mundo entero, que con más de 90 años han ganado al coronavirus. Cuando publiqué el vídeo de Joseíllo Cuencas en YouTube, recibí cientos de mensajes a través del correo electrónico, whatsapp, llamadas telefónicas, personas por la calle, medios de comunicación antequeranos… todos interesándose por Joseíllo, por su vida, su salud y dándome las gracias por este trabajo y en particular con la llamada de la hija de Joseíllo, contándome que su padre había visto 17 veces el vídeo en un sólo día… “Sé que va a ser una de sus mayores alegrías de los últimos años. A esa edad, en el ocaso de la vida, no es fácil ilusionarse, pero en las imágenes se le puede ver ese brillo en la mirada al ver su Torcal. “Su belleza” cómo él mismo lo llama. Tuve suerte de encontrarte ese día, y que hayas podido regalarnos un recuerdo tan especial que atesoraremos siempre. Un día de verano te di las gracias por llevar a mi padre con tus vídeos donde sus piernas ya no pueden llevarle. Esta noche te doy las gracias por haber acompañado a José Cuenca donde su mente nunca dejará de llevarle. Un abrazo”.

Hoy me quedo con todos esos mensajes, con la sonrisa de Joseíllo el día que lo llevemos a su Torcal y con el regalo que recibí de sus propias manos, su cayado, su bastón, que durante más de 70 años lo acompañó en sus careos y andares por el Torcal y todas las sierras de Antequera y Andalucía. Gracias “Joseíllo Cuencas”.

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