En silencio, como es la vida contemplativa, se fueron las religiosas dominicas tras la misa del lunes 16 de octubre.
Desde entonces no se abren ni las puertas del torno conventual ni las de la iglesia. Ni tocan las campanas. Un sistema de vigilancia se ha visto desde días atrás. Es el adiós de una presencia desde 1639 y que el 27 de julio se hizo oficial su cierre y marcha a Jaén.