miércoles 24 abril 2024
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Arrojo y empresa

Está claro que con el paso de los años la vida parece demostrarte que algunas cosas solo necesitan tiempo para resolverse. No importa la intensidad o la relevancia que tenga el problema,el trasiego de meses o años hace que cualquier cuestión irresoluble pase a una circunstancia menor.

Y si no hay arreglo, para eso el hombre desde tiempos remotos ha celebrado los solsticios de verano, medio coincidentes luego con la noche de San Juan. Hogueras ardientes en las que arrojar cada uno de los contratiempos que se cruzan en nuestra senda a la vez que se nos abre un nuevo período esperanzador.

Esa parece haber sido la tónica de esta semana en los distintos frentes de nuestra sociedad en donde indultos y fútbol aparte, la otra gran noticia ha pasado por la relajación en las imposiciones para el uso de la mascarilla en exteriores. Algo que todos deseábamos, pero desde la doble desconfianza por la creciente evolución que está experimentando la temida variante delta como por el ejercicio que cada cual hará en su responsabilidad para usar el salvador cubrebocas.

Sin embargo, poco se viene hablando del arrojo, del compromiso diario de millares de personas que están al frente de un negocio. Empresarios, grandes o pequeños en su facturación, que luchan día a día por salvar su proyecto. Años de esfuerzo por consolidar su espíritu emprendedor que no solo sirve para alimentar su propia familia y la de sus trabajadores sino que son valiosos por aportar un servicio a la sociedad acercando productos y servicios siempre indispensables. Lamentablemente, estas personas no pueden arrojar al fuego sus problemas para empezar de nuevo limpios de responsabilidad porque sus oportunidades vitales siempre les ha llegado con el traje de faena puesto.

Ahora, que por recomendación de mi hija he terminado la serie The Crown, uno llega a corroborar la importancia que para un país supone contar con políticos de solvencia que están a la altura de su pueblo. Tal es el caso de Wiston Churchill, además premio Nobel de Literatura en 1953, que entre su centenar de frases que quedarán para la historia del pensamiento decía: “Muchos ven al empresario como el lobo que hay que abatir, otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar pero muy pocos lo miran como el caballo que tira del carro”.

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