Ver las carencias en un lugar de servicio público, como es la estación de autobuses, es una buena manera de evitar que se vuelvan a producir ahora que el traslado de sitio es inminente. Las razones por las que cambian de ubicación parecen de peso. Conectar la vía ferroviaria con el autobús para los viajeros que tengan como destino nuestra ciudad. Y como hay que emplear palabras bien sonantes y rebuscadas para hacer creer a la población que la idea es muy brillante y necesaria hay que construir “un nuevo intercambiador de transportes”.
En los viajes, los autobuses lanzadera juegan un papel primordial en el sector de turismo. Pero resulta difícil entender que tengan muchas paradas los trenes en Antequera, si el nudo ferroviario principal está en Santa Ana. Por otro lado, los autobuses son demandados para el movimiento de población en la comarca. Su alejamiento hasta la estación de tren no sólo es un perjuicio en cuanto al tiempo, también en el desplazamiento para la gente mayor que necesita el servicio, aunque cuente con transporte urbano. Es cierto que la estación de autobuses no reunía un mínimo de comodidad, ningún servicio de restauración y las marquesinas que resguardan los andenes parece que se hicieron para cobijar gigantes, Demasiado altas y poco protectoras.
Hay que tener imaginación y presupuesto para hacer de la destartalada estación un espacio público y de reuniones. Más de tres décadas sorteando escaleras. Escaleras para bajar, escaleras para subir. Escaleras que sirven de asiento en los meses de calor, frío y han sido los mejores paraguas cuando la lluvia se ha dignado aparecer.
Pues “asegurando la intermodalidad” para coger un autobús hay que hacer un rato de deporte, bajar el colesterol y poner en forma las extremidades inferiores. Vamos a ganar todos. Y vamos a disfrutar de una estación moderna, con los mejores servicios. El tiempo nos dirá si ha merecido la pena y si se cumplen las expectativas con las que se inicia el cambio de emplazamiento.
