Avergonzado me sentí la noche del domingo con la entrega de los Goya, perdón, de los Paco, como cineasta y espectador.
Una gala, a años luz de una mediana imitación a la de los Oscar. Aunque los critiquen constantemente. La única posibilidad de engrandecer nuestra industria cinematográfica y se la cargan en una especie de varieté contra la administración; que si el Ministro, que si el IVA, que si el Rey… Pero ninguno da explicaciones de un cine pobre en contenidos, de poco enganche con el público y adormecido por las subvenciones. Y encima, haciendo bandera de envidias y rencores entre los académicos.
Sólo hay que mirar la cara de atontado que tenía Bayona, cuando veía que «Lo imposible» no respondía a las numerosas nominaciones o al reconocimiento de sus colegas, cuando tenían que estar haciéndole la ola por salvar los números de la taquilla española. Pero lo más terrible, a parte de una imagen politizada, fuera de lugar, son las hipócritas y demagogas declaraciones de premiados o conductores de la Gala. Jamás se me pasaría por la cabeza dedicar mi premio a los afectados por la crisis, unirme a ellos, mientras luzco mi vestuario y joyas de diseño.
Yo creo que la mayoría no sabe donde leches están. Luchemos por nuestra cinematografía con historias, campañas… dignas de un país creativo, con recursos humanos y técnicos para ser referentes artísticos. Basta ya de ir detrás de los políticos mientras no subvencionen, hay que ir detrás del público, llevarlo a las salas. Y por otro lado, mención aparte, lo de los sobrecitos con los ganadores haciendo abandonar la sala a nominados avergonzados. En fin, sigo alucinando con mis compañeros cineastas en las maneras. ¿Cuándo veremos a algún profesional recoger un premio con una pegatina en la que se pueda leer: «No subvencionado»?. Llegará.
