viernes 26 abril 2024
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Domingo XXVII del Tiempo Ordinario: “El agradecimiento del hombre de fe, siempre va dirigido en última instancia a Dios”

El evangelio de los diez leprosos acapara la reflexión evangélica de hoy. La lepra era en aquella época, una enfermedad terrible, el cuerpo se llenaba de llagas y sobre todo por la explicación de su origen, ser leproso era resultado del pecado, si uno enfermaba era porque había hecho algo malo;  pero además esta enfermedad llevaba consigo que el que la padecía no podía vivir con nadie ya que era contagiosa, y eran expulsados a las afueras de los pueblos. 

Ser leproso, era pertenecer a una población marginal y condenada a la exclusión mientras su enfermedad no fuese curada. Esta curación de los diez leprosos no es fruto de un rito mágico, la curación se debe a la confianza que los diez tienen en la capacidad de Jesús de hacer posible lo imposible. Sin embargo más importante que la curación es llegar a comprender lo que esa curación significa, y esto no lo llegaron a comprender todos los que fueron sanados. 

Sólo uno además de ser curado y ser devuelto a la vida normal, es capaz de ver en la curación un acto del poder de Dios. Los diez han compartido una misma experiencia: la de la curación, pero sólo uno experimentará la salvación, que es la auténtica y verdadera curación que necesita todo hombre. El definitivo milagro de Jesús, fue lograr que uno de ello no solo se alegrara por ser curado, sino que fuera capaz de reconocer la presencia de Dios en todo lo que le había pasado. Por eso la experiencia de la salvación es una experiencia que felizmente, siguen teniendo muchas personas, en nuestros días, pero son muchos más los que no sólo no llegan a tenerla, sino que ni siquiera sienten la necesidad de experimentarla, porque su salvación está puesta en otras cosas. 

Nuestra reflexión la encaminaremos por la línea de lo que significa ser personas agradecidas. El ser agradecidos, suele ser una actitud para la que se nos enseña desde pequeños, todos hemos aprendido a decir gracias cuando recibimos algo, más adelante cuando vamos creciendo aprendemos a descubrir que el agradecimiento es algo más que decir gracias, sino que es una actitud del corazón. 

El corazón agradecido es aquel que es capaz de actuar desde la premisa de que no lo tenemos todo, que necesitamos más cosas de las que creemos de los de los que nos rodean, y esa actitud nos lleva a ser agradecidos por lo que recibimos de forma gratuita. Y además, el agradecido suele ser él al mismo tiempo generoso, ya que si soy capaz de reconocer que necesito de los otros, aprendo que puede haber otros que necesiten de mí, y estaré dispuesto a dar lo que me pidan y a compartir lo que tengo. 

Podríamos hoy examinarnos sobre nuestro ser o no ser agradecidos. Estoy seguro que un gran tanto por ciento suspenderíamos. De los diez del evangelio sólo uno fue capaz de volver a dar gracias y demostrar con su presencia su disposición a hacer lo que fuera por aquel que lo había salvado. Sólo uno tenía el corazón agradecido como para expresar ese agradecimiento.

El agradecimiento del hombre de fe, siempre va dirigido en última instancia hacia Dios, ese Dios que nos quiere, y al que le debemos tantas cosas.  Señor te damos gracias, al tiempo que recordamos a los que menos tienen, a los que están solos, a los enfermos especialmente a los que conocemos o son de nuestras familias.

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