Probablemente poco tenga que ver con el que estamos construyendo a base de atropellos, de negar el mínimo para la subsistencia, y lo que es a mi juicio más grave aún, las diferencias culturales y étnicas. No sé quién dijo que la cultura era primordial para hacer de este mundo un lugar llevadero, y a nadie se le ha dado el patrocinio de abanderar la suya como la panacea que pueda calar en todos. Esa prepotencia de creerse elegidos, de querer estar siempre en posesión de la verdad, sobre todo cuando se tienen instrumentos bélicos al alcance que lo facilita bastante, está haciendo añicos a muchos países, personas, a sus culturas y a sus ideas, por no seguir hablando de la explotación a la que muchas veces se ven sometidos.
Se tiene que tender al equilibrio, y éste debe prevalecer en todas las facetas, más aún en aquéllas que definen los modos de vida, el hecho de estar continuamente acostumbrados a los abusos no implican que éstos sea la mejor forma de dominar.
No sólo me estoy refiriendo a los conflictos que hay más allá de nuestras fronteras; me quedo también aquí cerca, alrededor nuestro hay mucha gente pasando verdadera calamidad en su economía que la mayoría de las veces repercute en su entorno social y se esclavizan y sufren por falta de recursos para llevar su vida con un mínimo de dignidad. Esto que hace años parecía algo del pasado ampliamente superado ha vuelto a nosotros, y ya ni los poderes públicos solucionan porque tiene las cuentas del mismo color rojo. Y siguen diciendo que lo hacen mejor que nadie y que quieren renovar la confianza para otro mandato. ¿Quién se lo puede creer?
