“Llevadera es la labor cuando muchos comparten la fatiga” (Homero)
Así, entre el fuego se consumen los versos de una Iliada que ni el valiente Aquiles con todo sus poderes, pudiera atajar. El hijo de la ninfa Tetis y de Peleo rey de los mirmidones tenía un punto débil un talón frágil y ahí saltó la chispa.
Los 24 cantos de la odisea no detuvieron los cien fuegos que arrasan Grecia. Más de dos semanas ardiendo y la isla de Eubea, rodeada de agua, no se ha librado de este cambio climático, de este devastador incendio que se mueve sin control por los montes griegos. Miles de habitantes contemplan desesperados como quedan arrasados los bosques vírgenes y como las lenguas de fuego se acercan a sus viviendas sin que ningún héroe salido de entre los 15.760 versos hexámetros dactílicos de la epopeya haya emergido del Olimpo o del Egeo para protegerlos.
Una batalla dura, extensa e intensa llena de helicópteros cargados de agua que no pueden hacer nada frente a la temible carga térmica que soporta el suelo comparable solo a la lava de un volcán en erupción. Suben las temperaturas, arrecia el viento y la batalla se recrudece. Los héroes como Agamenón o Héctor no pueden hacer nada desde el Olimpo que los consagró. Verso tras verso, hectárea tras hectárea, jónicos y corintios alzando los ojos al cielo en gestos desesperados de locura
¿Premeditación? Como siempre números, guarismos, advertencias, quejas y un espejo invertido que calcina las vidas cuando permanece su brillo detrás de la razón.
No es una lectura fácil La Iliada mensajes reiterativos y griego clásico en verso. No es fácil hacer una lectura de este fuego descontrolado y de sus posteriores consecuencias a lomos de un porvenir incierto. ¿Necesitamos personajes reales o héroes vacíos? Tal vez ambos pues la complejidad humana ante este desafío es como una red tejida de anillos helenos y mantos troyanos.