sábado 21 septiembre 2024
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V Domingo de Cuaresma, domingo 21 de marzo

En esta pandemia del COVID “hágase, Señor, tu voluntad”. Hace un año que el mundo entero entró en cuarentena por la COVID 19. Nuestros proyectos, ilusiones y el futuro quedaron  truncados. El famoso psiquiatra Luis Rojas nos señala que ha sido un año de anormalidad pandémica para la que no estábamos preparados. Y eso ha causado ese sentimiento de incertidumbre y de vulnerabilidad que ha invadido a la persona y a la sociedad, además del impacto económico. Nuestra esperanza ha sido fundamentalmente afectada y empezamos a ver que la vida golpeada por la COVID no va a ser igual que antes.

 

El Evangelio de hoy nos ilumina para introducirnos en ese camino de dolor, sufrimiento y falta de esperanza que la COVID nos está ocasionando. El evangelista Juan nos da un retrato psicológico de Jesús ante su destino y nos muestra lo que hay en su corazón en estos momentos de su vida. Es impresionante ver cómo la condición de Hijo no le ha ahorrado a Jesús padecer el sufrimiento y la angustia ante la muerte. Pero más impresionante es leer que “aprendió, sufriendo, a obedecer”. El sufrimiento es para el Señor una escuela donde aprender qué significa ser Hijo.

¿Cómo estamos ante el sufrimiento ocasionado por el coronavirus?  Para responder a esta pregunta, escuchemos a Jesús   en donde sintiéndose tan humano y frágil como nosotros hoy, él ante la llegada de su muerte no tiene todas las certezas. En el monte de los olivos tras la última cena llegó a derramar lagrimas de sangre y llorando clama al Padre: “¿Qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora?”. Pero si por esto he venido, para esta hora”. Cuántas veces nosotros mismos podemos decir estas palabras: Mi alma está agitada; Señor, ¡sálvame! Aparta de mí el sufrimiento. Pero la actitud más justa es la del Señor; es decir, no pedir que nuestras circunstancias cambien, sino vivir hasta el fondo esta cruda situación marcada por  el coronavirus  que el Misterio de la Vida nos ha puesto enfrente. Jesús dirá en Getsemaní: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres tú”.

Nuestra tentación en estos tiempos de coronavirus es querer que las circunstancias que estamos viviendo, cambien radicalmente. Pero resulta que son nuestras circunstancias de la pandemia, de la enfermedad inesperada, de la crisis económica, del paro y hasta de la misma muerte, las que todas ellas son el marco donde el Señor sale hoy  a nuestro encuentro en la vida. Querer cambiar las circunstancias significa cerrar los ojos al Señor, que se presenta a través de ellas. Tener la pretensión de esperar la situación ideal sin problemas, sin dolor y sin pandemia  para ser cristianos significa querer imponer a Dios la manera como debe hacerse presente en nuestra vida. Pero esa no la voluntad de Dios, sino la nuestra.

En cambio en estos tiempos de incertidumbre por la llegada de la vacuna, del deseo de que nos abran la puerta para semana santa y vacaciones de verano; de querer hacer nuestra propia voluntad soñando volver a aquel tiempo antes del COVID, creo que es la hora  de detenernos. El Señor nos invita a orar, a buscar la paz interior, analizar nuestras preocupaciones, sufrimientos y anhelos, y buscar la voluntad de Dios en medio de estos acontecimientos y circunstancias que estamos atravesando. Nuestra oración debería ser “hágase, Señor, tu voluntad”.

Ante una semana santa sin procesiones,  acerquémonos a  nuestras iglesias a participar de las celebraciones del triduo pascual que llenarán ese vacío que solo Dios  llena a  los creyentes.

 
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