viernes 29 marzo 2024
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La corografía al servicio de la historia local: Paisajes de Antequera en el siglo XVI (I)

El Diccionario de Autoridades de 1737 definía “Paisaje” como “Pedazo de país en la pintura”. Por su parte, el Diccionario de la Lengua Española define “Corografía”como “Descripción de un país, de una región o de una provincia”.
 
Hecha esta puntualización conceptual previa, cabe apuntar que nuestro trabajo se centra en vistas topográficas y urbanas de la Antequera del Quinientos, utilizando la corografía pictórica y dejando a un lado la corografía literaria.
 
Ciertamente, el género corográfico estuvo de moda en toda la Europa del siglo XVI. Éste se usaba para dar a conocer la denominada “historia particular”, término usado por los historiadores del siglo XVI para hacer referencia a lo que hoy entendemos como “historia local”. Será el monarca Felipe II quien ponga a la corografía al servicio de la Corona como demostración del poder de la Monarquía de los Austrias y los territorios que la integraban. 
 
Entre los grandes compendios geográficos de esta centuria destaca el encargo que Felipe II dio al pintor flamenco Anton van der Wyngaerde para representar las vistas de las principales ciudades de los reinos españoles en la segunda mitad del siglo XVI. La misión encomendada por el rey a su pintor de cámara era realizar un inventario pictórico de las urbes más destacadas de Castilla, según reza la real orden del 8 de agosto de 1570. El fin era conocer mejor estos importantes núcleos urbanos, a la vez que constatamos la común inquietud humanística de muchos monarcas, quienes gustaban de decorar gabinetes y palacios con estas bellas representaciones. 
 
La colección completa de los dibujos de este artista flamenco aparece recogida en la obra dirigida por Richard Kagan, bajo el título: Ciudades del Siglo de Oro. Las vistas españolas de Anton van der Wyngaerde, publicada en 1986 por Ediciones el Viso (Madrid). Entre las urbes castellanas más importantes del siglo XVI dibujadas por Van der Wyngaerde encontramos la ciudad de Antequera.
 
En este detallado dibujo prima sobre todo la sobriedad compositiva y la exactitud topográfica. El pintor flamenco visita Antequera en 1567, durante su viaje por Andalucía. Para representarla optó por la visión obtenida desde la zona extramuros donde en el siglo XVIII se levantaría la Puerta de Granada. Esta elección de una perspectiva próxima al casco urbano da protagonismo a la ciudad por encima de la orografía circundante. Así el perfil de la sierra pasa desapercibido ante la deslumbrante panorámica de templos, iglesias, conventos y ermitas que conforman la “ciudad convento”, como se conoce a Antequera en la Edad Moderna. 
 
Junto a estas construcciones, distinguimos edificios civiles, palacios, así como molinos, huertas, corrales y otras instalaciones que denotan la importancia de su riqueza agropecuaria. Ciertamente, si después de la toma de la plaza por el Infante Don Fernando en 1410 la población apenas rondaba los 3.000 habitantes, en el momento de esta representación, a mediados del siglo XVI, la ciudad contaba con 20.000 habitantes. Antequera ya no era un lugar fronterizo con el Islam y la conquista de Granada unida a su riqueza cerealística propició una rápida repoblación. 
 
La perspectiva urbana queda dominada por la ciudadela o Alcazaba islámica y la primera línea amurallada, formando la “ciudad alta” una verdadera acrópolis. Esta vista de Van der Wyngaerde es de gran valor testimonial e iconográfico. Por ejemplo, nos sirve para constatar que por esas fechas aún no se había elevado el característico campanario manierista sobre la Torre del Homenaje, conocido como “Papabellotas”, el cual albergaría, desde su construcción en 1582, la campana de mayor tamaño de Antequera. 
 
Asimismo, en la Plaza Alta encontramos la espectacular fuente construida por el artista granadino Baltasar de Godos en 1545, trasladada con posterioridad a la Plaza de San Francisco y de ahí a Plaza de San Sebastián, donde permanece, pese a haber sufrido recientemente un desplazamiento de unos metros que la alejan del epicentro de este punto neurálgico del casco urbano.
 
Por otra parte, el desarrollo urbanístico se constata a partir de una red de calles sin simetría aparente que se extienden desde la ladera hacia el llano, prueba del crecimiento poblacional del siglo XVI, conformando una nueva ciudad sin las limitaciones del constreñido espacio amurallado. Pese a la perfección y detalle del dibujo de Van der Wyngaerde, la recreación paisajística más representativa de Antequera, capaz de influir en las producciones pictóricas de las siguientes centurias será la de otro pintor flamenco: JorisHoefnagel. A él y su famoso grabado dedicaremos nuestra siguiente colaboración. 
Más información edición digital www.elsoldeantequera.com y de papel.
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