viernes 4 octubre 2024
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Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

 · Primera lectura: Levítico 19,1-2.17-18;

· Salmo responsorial: Salmo 102,1-4.8-13; 1ª

· Segunda lectura: Corintios 3,16-23; S. 

· Evangelio: Mateo 5,38-48

Jesús concluye el evangelio de hoy diciendo: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.Toda la enseñanza de Jesús apunta al Padre. Hoy nos invita a parecernos a él, y por eso dice: “Sabéis que está mandado: ojo por ojo, diente por diente”. Palabras del Éxodo conocidas como Ley del Talión. Ley impuesta para que nadie se tome la justicia por su mano. Ley que popularmente se resumía así: “ojo por ojo, diente por diente…”. Y Jesús añade: “Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia.” 

¿Acaso quiere Jesús que vivamos resignados ante los agravios? No. Jesús, que ha puesto al hombre en el centro de su enseñanza, pide que se haga frente al mal,pero no con la violencia, sino con una resistencia pacífica. Y lo explica con estos ejemplos: “Al que te abofetea en la mejilla derecha, ofrécele la otra”. Pegar en la mejilla era algo común: el dueño pegaba al criado, el terrateniente a sus jornaleros y el marido a su mujer. Y ante esta realidad, dice: Si te pegan para humillarte, no pierdas tu dignidad, ponle la otra mejilla. Y quedarán confundidos”.

“Al que te ponga pleito para quitarte la túnica, dale también el manto”. Y estamos ante otra manera de resistencia no violenta. Si a la vista de todos quieren despojarte de lo que tienes para cubrirte, dale también el manto, y aparecerás des-nudo, pero siendo tú mismo. Y ellos quedarán avergonzados.

”A quien te fuerza a caminar una milla, acompáñale dos”. Sabemos que los soldados romanos obligaban a los judíos a transportar pesadas cargas. Pero, por lo duro del esfuerzo,tenían legislado que solo recorriesen una milla. Y Jesús dice: añádele otra y los desconcertarás, pues verán que rechazas su opresión.  

Y añade Jesús una genialidad que no se encuentra en ningún otro sitio: “Habéis oído que se dijo: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo, yo en cambio os digo: amad a vuestros enemigos”.

Pero ¿es posible amar a los enemigos? Con amor afectivo, desde luego, es casi imposible;pero no hacerles mal, sino desearles el bien, es ser misericordiosos. 

Quizá deberíamos preguntarnos: ¿Yo tengo enemigos? Puede que no los tengamos declarados, pero ¿no alimentamos algún odio?¿No dejamos de amar a los que nos resultan pesados o llevan la contraria?¿No nos excusamos diciendo: Es que no los soporto, es que son… ¡Cuántos grados de enemistad hay dentro de cada uno!

Y Jesús no solo dice, “amad a vuestros enemigos”,sino que él ascendió los peldaños del odio para mostrarnos la cúspide de la misericordia. Él subió a la cima de la cruz y murió perdonando y excusando a los que lo mataban. En Jesús se hizo carne la misericordia del Padre.

Por eso, nosotros decimos: ¡Señor, tu palabra y ejemplo, son nuestro camino, pero somos tan débiles que necesitamos tu ayuda. Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

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