domingo 19 mayo 2024
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Siempre hay algo bueno por lo que levantarse

No, tranquilos, hoy no toca ser negativo ni aportar reportajes con datos de la pandemia. Ya habrá semanas. Hoy me van a permitir centrarme en la esperanza que está por venir. Durante diez años he titulado esta sección con las palabras “combatiendo el cáncer”, pero al menos hoy la he decidido cambiar. Además de todo lo negativo que tiene esta pandemia, también hay brotes verdes de esperanza, algo que no está en primera cartelera de telediarios ni en titulares de periódicos, pero existe en nuestro día a día.

Desde que comenzó esta pandemia en aquel lejano, pero cercano marzo de 2020, cabalgamos entre la Redacción de calle Encarnación y la de casa, donde la mesa del salón se ha convertido en una corresponsalía de “El Sol”. Esto lleva a trabajar incluso más horas, pero entre artículo, llamada, rueda de prensa y reportaje, tengo la suerte de tener a mi hija cerca nuestra.

A pesar de lo que padecen los colegios, este año le toca aprender todas las letras y empezar a escribir y leer. Me quedé perplejo cuando estaba con el ordenador y dice: “¡Museo, ahí dice museo!”.  Y así uno y otro día cuando se queda a tus espaldas mirando lo que escribes. Luego llega el turno de escribir, mientras tecleamos una y otra vez; ella coge su papel y sobre de princesas y nos dedica un dibujo con las personas a las que más quiere y escribiendo mensajes de amor. Desde hace meses aprendió el nombre de sus padres, a los que suma corazones y palabras de cariño. Todo ello con su remite en sobre que te deja en el teclado cuando te levantas del sillón.

¡Y qué decir de las fotografías que hace, con sus cámaras anteriores y con la nueva que el Rey Melchor le trajo! Es, lo que ve, lo que vive en casa. Pero no quería referirme a eso, sino a lo que nos estábamos perdiendo, al menos yo, antes de la pandemia. Reconozco que no cumplo lo de conciliar, ahora algo ha cambiado en casa y me doy cuenta lo que me he perdido. Lo de llevarla al colegio o recogerla es la alegría más grande que te puedes llevar. En un mundo donde lamentablemente todo está llevando a aparentar… darle la mano a tu hijo, darle un abrazo, despedirte en la puerta del “cole” o ver cómo viene corriendo para abrazarte… es lo más grande que se puede sentir.

Si por la mañana toca jugar al veo-veo, a mediodía es compartir qué ha aprendido, darte un recital de palabras con la letra nueva aprendida,  preguntarte qué toca comer o el nuevo juego de ver figuras en las nubes del cielo. Son sus recuerdos, los de los niños, los que tuvimos que tener y compartir con nuestros padres y abuelos, pero de los que pocas veces hablamos.

Hoy, tras más de 29 años ejerciendo como periodista, si tuviera que quedarme con algo en mi vida es con la de ser padre. Últimamente, o mejor dicho, en toda vida cuentas con mil obstáculos, con problemas que surgen con o sin querer que vengan… Ya no está mi padre, mi madre no la debo de preocupar más; mi mujer bastante tiene… y desde hace unas semanas, mi mejor medicina está siendo pensar en esos momentos mágicos de darle la mano a mi pequeña, verla sonreír cuando se sienta ante el ordenador y golpea las teclas. Pero sobre todo, esa mirada de soslayo para decirte que mires esa carta que te ha dejado encima de la mesa, con esos papeles que estaban en casa de los abuelos. Sin duda, siempre hay esperanza, la esperanza que está por venir. ¡Te quiero, mi pequeña!

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