jueves 25 abril 2024
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Venecia con delfines

Cuando, hace ya más de un año, visité mi adorada Roma, quedé profundamente golpeado por la tristeza infinita de que estuviese masificada hasta tal extremo que sus valores más propios deviniesen totalmente imperceptibles. El turismo masivo y ‘low cost’ degradaba la ciudad histórica aumentando alquileres hasta lo inalcanzable, expulsando a los residentes locales, tornándola un parque de atracciones y extirpándole su condición más propia de núcleo urbano (acumulación de usos, ciudadanos y actividades), al dedicarla, exclusivamente, al monocultivo del expolio turístico. Mejor era ver desde casa un Caravaggio en alta definición que visitar Santa Maria del Popolo y hacer una cola infinita para formar parte de una horda de turistas que por pocos segundos podían contemplar ese mismo cuadro en escorzo, sin poder prácticamente pausarse frente a él, literalmente empujados por la masificación de visitantes.

En el pasado confinamiento, todos quedamos impactados por la extrañeza y rotunda fascinación de las imágenes de Roma desierta o de Venecia limpia y vacía. La sinrazón a la que habíamos llegado en la era preCovid con el turismo era tal que no nos permitía ver lo que ya tienen claro en Italia: que vendían su alma al diablo turístico y ofrecían el oro de sus tierras por simples e insignificantes bagatelas.

Venecia se está organizando para no volver a ser una ciudad ´’low cost’. La ciudad lo merece pero, sobre todo, los venecianos e, incluso, los turistas. Quieren volver a ser la ciudad que conocieron nuestros abuelos: una perla que era imaginable visitar una o dos veces ( como máximo ) en la vida para todo ciudadano medio. Pero que, cuando se visitaban, se podían contemplar con tal profundidad y tranquilidad que su altísimo valor era posible de asimilar y, por ello, restaba indeleble en la memoria. Reducir drásticamente el número de visitantes permitidos y otras severas medidas, enfocadas siempre a la calidad y no a la cantidad, son las propuestas que los venecianos estudian en estos momentos.

Nuestro mundo ha enfermado porque llevaba un ritmo totalmente insano. Estúpido sería querer sanarlo para volver a exponerlo al mismo entorno canceroso. O aprendemos de ésta o en el futuro será aún peor.

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