Sabemos que San Marcos muestra a Jesús en acción, tanto que la gente ante él se divide: unos le siguen y otros le persiguen. Y a partir de ahí comienza a hablar en parábolas.
En el capítulo 4 de Marcos habla a orillas del lago, desde el púlpito improvisado de una barca. Capítulo que se cierra con la lectura del evangelio de hoy: el milagro de la tempestad calmada, que comienza así:
-“Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: vamos a la otra orilla”.
“¡Vamos a la otra orilla!” Ojalá esta invitación nos fuese suficiente: Y ojalá cada uno pensara en qué orilla está, pues es desde esa, nuestra orilla, de donde Jesús nos dice: “Vamos a la otra orilla”. Montaos en la barca conmigo, y vamos a atravesar el mar e ir a la otra orilla.
Sí, ojalá descubramos nuestra orilla ¿Cuál es? ¿Qué nos amarra? ¿Dónde estamos enclavados: en qué apariencia, desamor o vanagloria? “Vamos a la otra orilla”, nos dice el Señor.
¡Señor Jesús, ayúdanos a entrar generosamente en la barca contigo, para que nos lleves a la otra orilla!
Dice Marcos que cuando “la barca se adentró en el mar, se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta llenarla de agua. Y él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal”.
El confiaba en la pericia de los suyos que llevaban la barca. El confía en nosotros. Confía en ti y en mí, pero ir en la barca con Jesús no es tener asegurada la bonanza. Jesús no garantiza la calma. Por eso:
-Los suyos lo despertaron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Y él se puso en pie, e increpó al viento y dijo al mar: ‘¡Silencio, cállate!’ El viento cesó y vino una gran calma. Y dijo a los suyos: ¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”
¿Qué podemos decir al Señor ante el reproche que nos hace? Hoy nos dice: “¿por qué tenéis miedo?” Que cada uno le responda de sus miedos.
Y añade: “¿Aún no tenéis fe?”
-Señor, nuestra fe es pequeña, tú sabes que somos torpes y cobardes, pero ¡sálvanos!
Sálvanos de los apegos a esta orilla que nos mandas abandonar.
Sálvanos y acrecienta nuestra poca fe y confianza. Amén.