sábado 27 abril 2024
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Hay que olvidar lo que nos separa y buscar aquello que nos une a toda Iglesia

En medio de ciertas ideologías que critican al Papa Francisco y como aquellos fariseos de la época de Jesús priorizan las leyes antes que las personas, releamos el evangelio de este domingo. Recordemos que propiamente, Jesús no enseñó una “doctrina religiosa” para que los discípulos la aprendieran y difundieran correctamente.

Quizá influidos por ciertas ideologías dualistas, muchos cristianos caen en la tentación de mantener a Dios como el juez que controla, que condena al pecador y premia al bueno. Y ése no es Dios. El verdadero Dios del que está impregnado nuestro catecismo es un Dios misericordioso que acoge a todos y no hace diferencias ni por raza ni por sexo.

Dios es más grande que ciertos teólogos e ideólogos que andan buscando el pecado y se olvidan de la gracia de Dios que acoge a todos. Recordemos que Dios se está introduciendo en la vida con su fuerza salvadora. Hay que olvidar lo que nos separa y buscar aquello que nos une a toda Iglesia. Y para ello hay que hacerle sitio a Dios.

Según el evangelio más antiguo, Jesús proclamaba esta Buena Noticia de Dios: “Se ha cumplido el plazo. Está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia”. Es un buen resumen del mensaje de Jesús: “Se avecina un tiempo nuevo. Dios no quiere dejarnos solos frente a nuestros problemas y desafíos. Frente a esta cruda realidad que vivimos de guerra en Palestina e Israel y en Ucrania, Dios quiere construir junto a nosotros una vida más humana y en paz. En el fondo Jesús nos grita y exige que cambiemos de manera de pensar y de actuar. Estamos llamados a vivir creyendo esta Buena Noticia de Jesús.

El evangelio de Jesús nos viene a decir algo que nunca hemos de olvidar: “Es bueno convertirse. Nos hace bien. Nos permite experimentar un modo nuevo de vivir, más sano y más gozoso. Nos dispone a entrar en el proyecto de Dios para construir un mundo más humano”.

La conversión de la que hoy Jesús nos habla en el Evangelio nos lleva a acercarnos a un Dios que se interesa por mi más que yo mismo. Un Dios que entiende, me espera, me perdona y quiere verme vivir de manera más plena, gozosa y gratificante.
Tras invitarnos a la verdadera conversión, la primera actuación de Jesús es buscar colaboradores para llevar adelante su proyecto. Jesús no es un rabino sentado en su cátedra, que busca alumnos para formar una escuela religiosa. Es un profeta itinerante que busca seguidores para hacer con ellos un recorrido apasionante: vivir abriendo caminos al Reino de Dios. Ser discípulo de Jesús no es tanto aprender doctrinas cuanto seguirle en su proyecto de vida.

No olvidemos que no somos nosotros los que tomamos la iniciativa sino que es siempre Jesús. Se acerca, fija su mirada en aquellos pescadores y los llama a dar una orientación nueva a su existencia. Sin su intervención no nace nunca un verdadero discípulo. Los creyentes en medio de las luces y sombras de nuestro mundo hemos de vivir con más fe la presencia viva de Cristo y su mirada sobre cada uno de nosotros. Si no es el, ¿quién puede dar una orientación nueva a nuestras vidas?

Lo más decisivo es escuchar desde dentro su llamada: “Venid detrás de mí”. Escuchar esta llamada significa despertar la confianza en Jesús, reavivar nuestra adhesión personal a él, tener fe en su proyecto, identificarnos con su programa, reproducir en nosotros sus actitudes y vivir animados por su esperanza en el reino de Dios. ¡Abramos nuestros corazones a Dios que sigue llamando y busca discípulos para anunciar el Reino de Dios!

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