martes 21 enero 2025
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Primer Domingo de Adviento: “No vivir encogidos y cabizbajos”

Nadie conoce nuestro final. Nadie conoce tampoco el final del mundo. ¿En qué va a terminar todo esto?, ¿qué nos espera a todos y a cada uno de nosotros?, ¿qué va a ser de nuestros esfuerzos y trabajos, de nuestros anhelos y aspiraciones? Cuando Lucas iba copiando del evangelio de Marcos el discurso de Jesús sobre el Final, no se fijó demasiado en los «cataclismos cósmicos». Todos los escritos apocalípticos hablaban así. Él pensó enseguida en lo que nos pasa a las personas cuando todo se hunde bajo nuestros pies y se tambalea.

Seguramente, todos conocemos en nuestra propia vida momentos de crisis en los que no sabemos qué hacer ni a quién acudir. Situaciones en las que podemos sentir miedo e incluso angustia porque nos quedamos sin seguridad y sin aliento. Al final, ¿qué es la vida?, ¿en quién podemos confiar? Según Lucas, algo de esto le pasará un día al mundo. Por eso, nos ofrece algunas consignas para aprender a vivir con lucidez cristiana.

La primera consigna es alzad la cabeza. Es lo primero. No vivir encogidos y cabizbajos, encerrados en nuestros miedos y tristezas. Levantar la mirada; ampliar el horizonte. La «Vida» es más que esta vida. Se acerca vuestra liberación. Un día sabremos lo que es una vida liberada, justa, gozosa.

Como segunda consigna nos recomienda: Tened cuidado de que no se os embote la mente. Es nuestro gran riesgo: vivir atrapados por las cosas, preocupados sólo por el dinero, el bienestar y la buena vida. Terminar viviendo de manera rutinaria, frívola y vulgar. Demasiado aturdidos y vacíos como para «entender» algo del verdadero sentido de la vida.
También nos recomienda: Estad siempre despiertos. No vivir dormidos. Despertar nuestra vida interior. En ninguna parte vamos a encontrar luz, paz, impulso nuevo para vivir, si no lo encontramos dentro de nosotros.

La última consigna será una petición: Danos fuerza. Es nuestro problema: no tenemos fuerza para ser libres, para tener criterio propio, para cuidar nuestra fe o para cambiar nuestra vida. ¿Qué haremos si, además, dejamos de comunicarnos con Dios?

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