viernes 29 marzo 2024
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Tercer domingo de Cuaresma: la Conversión del Corazón

· Primera lectura: Ex. 3. 1-8. 13-15: “Yo soy… me envía”
· Salmo responsorial: Salmo 102: “El Señor es compasivo y misericordioso”
· Segunda lectura: 1 Cor, 10, 1-6. 10-12. “… y la roca era Cristo”. 
· Evangelio: Lc 13. 1-9. “dar frutos de conversión”.
Hemos comenzado nuevamente el tiempo de Cuaresma.  Tiempo que, para todo cristiano auténtico, debe constituir un período de serena, sosegada, sostenible y profunda reflexión. ¿Qué significado evangélico atesora para la propia Fe el tiempo de cuaresma? ¿Va a constituir un revulsivo sustancial en el personal camino hacia Dios y hacia el hermano? ¿Creceremos en nuestra fe y aumentará nuestro amor a Dios y al prójimo? ¿Seremos más sensibles para con el que sufre, el perseguido, el refugiado?
 
Las lecturas de este domingo  nos ofrecen claves, sugerencias, y suficiente reflexión para  afianzar la vida cristiana de cada uno, o para reflexionar en profundidad sobre la posible penosa situación personal de la particular relación con Dios, pues Él nos invita a escuchar su palabra, meditarla, hacer un examen de conciencia y reorientar la propia vida.
 
La palabra conversión resuena, insistente, en las más profundas fibras del alma a través de las palabras de Jesús, que busca insistentemente frutos de amor en nuestra propia vida, como en la higuera. El Dios de la vida, el que es –como se autodefine en la primera lectura– llama persistentemente a nuestra puerta. Se muestra insistente y misericordioso afirmando  en el salmo su condición de misericordia, gracia y ternura;  ofrece el perdón sin límites, desea e invita, amorosa y apasionadamente, impulsado por su amor ardiente, a un replanteamiento radical de  una vida rutinaria, sin sentido, sin norte, sin horizonte, y convulsa.
 
Pide, suplica y anhela que la higuera tenga frutos; para ello, ofrece el fértil abono de sus mimos y cuidados; su inmensa ternura y misericordia ofrece un perdón ilimitado y eterno, asegurando la solidez y fortaleza de la roca  –Jesús–, en su asistencia constante y permanente para el pecador que, reconociendo su propia lejanía pecadora, vuelve a los brazos amorosos del Padre y al redil del buen Pastor.
 
La Semana Santa, así definida porque en ella se encuadran y celebran solemnemente los grandes misterios de vida cristiana, se constituye en la semana mágica, durante la cual el cristiano celebra  la muerte y resurrección de Jesús, así como la institución del la Eucaristía, por la que diariamente se actualizan, renuevan  y cobran vida en cada templo cristiano a lo largo y ancho de la tierra.  Sin ella, la vida cristiana no tiene sentido, se debilita, perece,  pues  sin alimento vivificante y  bebida estimulante, (Jesús mismo)  la vida cristiana, la fe, la comunión con Dios, el amor al prójimo al estilo de Jesús,  el perdón  incluso al enemigo, se presenta tan difícil como imposible.
 
La Cuaresma es, pues, el tiempo de Dios,  durante el cual, Él nos ofrece una nueva oportunidad liberadora, para restaurar la comunión,  para afianzarla, para renovarla, para vivirla en serio, de forma constante,  inquebrantable y permanente. El sacramento de la reconciliación, en un horizonte de conversión radical, es el instrumento privilegiado y adecuado para renacer de nuevo a la vida cristiana que Dios nos ofrece con pasión amorosa y ternura de Padre/Madre.
 
padre Domingo Reyes Fernández 
 
   
 
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