martes 16 abril 2024
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La Plaza de Abastos a la que dio esplendor el alcalde Guerrero Muñoz (I)

No hace mucho, refiriéndonos a la gran labor que hizo uno de los mejores alcaldes de la Historia de Antequera, Francisco Guerrero Muñoz, allá entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, fue la transformación de dos grandes Plazas de la Ciudad: la del Coso Viejo y la de San Francisco.

 
El Coso Viejo, debía su nombre a ser… eso, un coso, donde se vendían verdura, frutas y otros alimentos, en sitio muy céntrico pero con un inconveniente: cuando terminaba la jornada de la mañana, aquello quedaba convertido no sólo en un estercolero por los residuos que quedaban, sino en un criadero de cucarachas, moscas y ratas, que se nutrían con esos restos, a costa de crear un mal ambiente en el olor y en el aspecto de la calle. 
 
El alcalde Guerrero Muñoz, levantó la plaza del Coso, transformándola en un espacio abierto y saneado, pero antes hizo el Mercado de Abastos en el centro de la Plaza de San Francisco, enorme espacio abierto situado entre la acera donde hoy están el callejón de Manuel Carmona, Unicaja y Calzados Gallardo, a la pared de enfrente que no era otra que los muros de la iglesia conventual de San Francisco, Monasterio de San Zoilo.
El edificio levantado resultó espléndido, aunque distaba mucho del estado actual, moderno y de acuerdo con las normativas vigentes.  Antes de entrar al edificio, el descargadero de frutas que fue de Luis Sarria y luego de Manuel  Carmona, la Confitería “Pura Valle” (Pura P. Valle), el Bar Palomo, una vieja posada, un puesto de venta de cántaros, botijos, librillos… Y la Mercería de Gallardo, luego dedicada a Zapatería. Entre esta acera y la entrada al mercado, dos puestos de obra, de Lola “La Garrida” y de la familia de nuestro recordado Prudencio Aguilera, que tenía también un puestecillo al lado del Bar Palomo.
Junto a la entrada principal, que era la misma que la actual, se situaban puestos de verduras, frutas y vegetales. Entrando, en alto, con acceso a través de unos escalones estaba la dependencia del vigilante de la Plaza, que atendía también las reclamaciones de falta de peso u otros incidentes que pudieran originarse. A ambos lados de ese edificio, dos hileras de puestos, casi siempre de frutas y verduras, dando a cada calle del mercado, y colocados a espaldas de los muros del mismo y en los callejones que forma el bello edificio, más puestos de verduras y frutas, pero también de carnes, de especias. Entrando, varias puertas, de las que las principales eran las que daban a la zona de Pescadería, “imperio” de la familia Hijano, a la derecha; a la izquierda, bajada a la plaza donde estaba la fuente renacentista hoy en San Sebastián, otra que daba a San Francisco y la última a donde se encontraba el descargadero de Sebastián Molina, una institución en el Mercado, la “fonda” de comidas económicas y churrería incomparable de Diego Porras y Pura Guerrero.
 
 
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