domingo 28 abril 2024
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Fallece Juan Manuel López Vegas, profesor de Religión del Pedro Espinosa, una persona siempre atenta a los demás

El pasado 1 de noviembre, se recibía la triste noticia del fallecimiento de Juan Manuel López Vegas, conocido profesor de Religión del Pedro Espinosa, antequerano que formó parte de aquel movimiento eclesial que consiguió el recordado sacerdote Manolo Cobos en Santiago.
Falleció a los 60 años y en el velatorio, redes sociales y en la despedida en la iglesia de La Trinidad, se percibió el cariño que se le tenía. Muchos jóvenes alumnos le acompañaron en sus últimos momentos entre nosotros. El dolor se percibía entre ellos al mostrarse incrédulos lo que había pasado.

Antequerano licenciado en Biología y Teología, tuvo en la Fe su forma de vida. Tras pasar por Campillos, obtuvo plaza en su ciudad en el Instituto Pedro Espinosa, donde los alumnos encontraron en él no sólo un profesor, sino una forma de vida, en la que Jesús era el motor.
En la despedida, su más que amigo Pedro Ruiz, le dedicó unas palabras donde mostró lo que él significaba para sus ellos, su otra familia. “¡Caprichosa la vida! Quienes ya no están, siempre estarán. Seguís iluminando los recovecos de esta aventura que es la vida”. Lo definió como una persona íntegra, coherente, que siempre preguntaba por el otro para estar con él. Alguien que no le gustaba estar en el centro de las miradas, al que no le gustaban las primeras filas y sabía esconderse cuando aparecían los focos.

Juan Manuel se ha ido, ya no está físicamente, pero seguro que en la nueva vida, seguirá buscando esos caminos del nuevo sendero que le ha tocado. Seguro que celebrará la Eucaristía en cada una de las iglesias que se encuentre con el Señor allá en el Cielo. Seguro que buscará a quien se encuentre solo en el camino. Seguro que seguirá cuidando desde allí a sus hermanos, de sus alumnos, de sus amigos, de sus “ahijados”, con los que tanto disfrutó, tanto vivió, tanto estuvo con ellos.

En apenas tres meses, vivieron el gran ambiente de un Pregón, del de su amigo Pedro. En apenas tres meses, sus hermanos, sus amigos del alma, cambiaron esos momentos por esa luz al final del camino. Como cristiano que era, la muerte no es el final, siempre hay un camino de esperanza. Él querrá que se siga viviendo como a él le gustaba ver a todos ellos.
Se va un puntal de este grupo de amigos, de esa generación que supo vivir la Fe desde dentro, en sus parroquias, ya fuera en Santiago o en San Sebastián. Alguien que mostraba el camino para vivir una Navidad, una Semana Santa, cada época del año, o cada día. En sus recuerdos, estará la forma de seguir manteniéndolo vivo. Las personas siguen vivas si seguimos haciendo lo que a ellas le gustaba realizar. Descanse en paz.

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