sábado 27 julio 2024
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1679: El mal de la peste y la súplica de protección a la Virgen del Rosario

El aludido Cuaderno, que consta de veinticuatro páginas, después de invitar a recordar las maravillas que hizo el Señor a favor nuestro, sienta la premisa incuestionable de que todo lo bueno, salud, felicidad, así como la preservación de males, que podemos apetecer en esta vida, nos ha de venir de la bondad sin límites, es su expresión, determinó que de todo. Su bondad sin límites, de su Divino Hijo, quien muriendo en la cruz nos redimió, constituyéndose nuestro abogado ante el Padre.

Así mismo, Jesús, quiso constituir a su Madre, María, medianera y dispensadora de todas las gracias, haciéndolas más que asequibles y poniéndolas a nuestro alcance, según el común sector de varios Santos Padres, entre otros el melifluo San Bernardo.

Consecuentes con esto, tal vez no se hallará una sola población en nuestra tierra andaluza que no rinda culto especial a Nuestra Señora la Virgen María, lo que ha dado lugar a una inmensa proliferación piadosa de iglesias, a capillas, altares e imágenes en su honor, entre las que, con sobrados méritos, encontramos mariana, rendida, una y otra vez ante Nuestra Señora del Rosario, sobre todo a raíz del mal de la peste en 1679.

A la luz de todo esto fácilmente se comprenderá que hallándose la ciudad herida de muerte, ante los lastimeros lamentos de los moribundos, entre los olores nauseabundos, respirando por doquier hediondez y corrupción, sin que apenas se pudiesen distinguir los vivos de los muertos, a no ser por los débiles movimientos de aquellos, la ciudad consternada, repárese que se trataba de millares los fallecidos, elevó sus ojos al cielo, pidiendo la presencia en las calles y a la orilla de las casas de la imagen de nuestra Señora del Rosario, según consta de la Junta de 1679, ante Carlos de Talavera, su escribano mayor.

Avanzando el mal y creciendo la pena, fue llevada dicha imagen, por aclamación popular, procesionalmente y en forma de rogativa, al Hospital de San Bartolomé, previo acuerdo de la Junta de Sanidad, celebrada el diez y siete del mismo mes y año, ante Manuel Fernández de Miranda, quedando comisionados al dicho efecto los señores Francisco Chacón y Juan de Narváez, alcalde de la Fortaleza, éste último.

Entre los más entusiastas se hallaba el R.P. Prior de Santo Domingo Fray Manuel de Santo Tomás, posteriormente Obispo de Almería y de Málaga, gran devoto de Nuestra Señora del Rosario y favorecedor de su Cofradía, quien dispuso todo lo concerniente para la nueva procesión, señalada para el martes día veinte del dicho mes y año.

“Lo mismo fue”, copio literalmente, “empezar a mover de su sitio la sagrada imagen, que empezarse a sentir unos efectos maravillosos, así como casos singulares y notables”.
Primero, siendo secreto este venturoso proyecto, por evitar mayores daños con el inmediato contacto de los vecinos, al empezar la traslación se halló a las puertas del convento todo el pueblo, clero y comunidades con cera en la mano, como si hubieran sido convocados a campana tañida, según se refiere en el Acuerdo de la ciudad, a veintitrés del mismo mes, por ante Don Alonso Ruiz Hidalgo.

Segundo, al mover la sagrada imagen para disponer la procesión se levantó en el exterior un impetuoso huracán, sucediéndose pavorosos truenos y medrosos relámpagos, haciendo vivir al pueblo un ambiente impresionante, para unos de miedo, para otros de ilusión, pensando los más que la tormenta terminaría por llevarse los aires corruptos que a todos afligían. Apenas dio la imagen vista al pueblo, se despejó el cielo, quedando ambiente en calma absoluta y la noche tranquila y serena, apareciendo el arco iris, no obstante la oscuridad, que subía desde Santo Domingo hasta la Torre del Hacho, viendo algunos los colores de los misterios del Rosario.

Tercero, que habiendo muerto la noche precedente más de ochocientas personas, luego que entró la imagen en el hospital, fueron muy pocos los muertos y muchos los que se levantaron de sus camas perfectamente sanos, acompañando agradecimientos a la procesión.

Petición de protección de la Virgen del Rosario

Reconocida la mejoría y restablecida, posteriormente, la salud en la ciudad y su Comarca. No se dudó en atribuirlo a la protección de la Nuestra Señora del Rosario.

Volviese a reunir nuevamente la Junta de Sanidad en Cabildo, a veintiocho del dicho mes, disponiéndose que saliese la sagrada imagen, una vez más, a los ocho días, procesionalmente, en acción sacando también la imagen del Señor San José del Carmen descalzo. Durante esta procesión sucedió el reiterado revuelo de la paloma de pecho blanco y alas negras, que muchos interpretaron “ser misterioso”, entrando y saliendo por entre las andas, sin sobresaltarse con los gritos de júbilo del pueblo entusiasmado.

Se organizaron otras solemnidades en acción de gracias demostrativas del reconocimiento de la ciudad, mereciendo especial mención la actitud nobilísima del Cabildo comprometiendo, a perpetuidad, a nombre suyo y en el de los venideros, una gran fiesta en el día de Nuestra Señora del Rosario, considerándola como su Augusta Copatrona, todo a expensas del Ayuntamiento, según consta del correspondiente acuerdo, a veintitrés de junio de mismo año, ante Don Carlos de Talavera, escribano del Ayuntamiento.

Finalizando ya el contenido del Cuaderno, a la altura de la página diez y seis y siguientes, encontramos nuevas demostraciones de gratitud por parte de la ciudad, cuya relación por considerarla de gran interés, traslado literalmente.

“No satisfechos este ilustre Cuerpo con estas demostraciones agradecidas, ni con haber dado a ésta su bienhechora y hermosísima Imagen del Rosario muchas alhajas de valor y a la Comunidad diferentes limosnas, mandaron hacer una copia del relieve de esta imagen, colocándola con toda decencia, dotando su lámpara con seis arrobas de aceite, sobre las puertas de las Casas Consistoriales y otras dos después sobre los Arcos de las Puertas principales de la ciudad llamadas de Estepa y Granada. Siguió adelante su justa y debida generosidad, habiéndose de publicar y hacer notoria la salud por el Ayuntamiento el día veintisiete de agosto del mismo año, mandando hacer un estandarte blanco con la imagen de Nuestra Señora del Rosario y a su espalda del Señor San José; y que igualmente se hiciese una bandera blanca con un escudo de Nuestra Señora por una parte y por la otra las Armas de la Ciudad.

Puesto el estandarte en la iglesia de este convento y la dicha bandera en lo alto de la plaza alta, iluminados los Castillos, Torres y Casas Capitulares y las calles aseadas, bajó toda la ciudad formada a caballo a la plaza del convento y bendito el estandarte por el Prior, lo entregó en manos del señor Corregidor, echando allí el primer pregón de sanidad, salió esta Señora del Rosario a caballo y como en triunfo, según consta por el acuerdo de la Ciudad, celebrando el día viernes veinticinco de agosto del mismo año, por ante D. Alonso Ruiz Hidalgo”.

(Versión de Arturo Curiel)

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