viernes 3 mayo 2024
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La mujer antequerana

En fechas recientes, los antequeranos hemos podido leer la noticia de que: “El Ayuntamiento de Antequera creará un nuevo parque urbano en la zona de Parque de la Verónica que estará dedicado a la mujer antequerana”. Se nos han dado las cifras del coste del mismo y se nos ha dicho que: “Se apostará por la regeneración física, medioambiental y cultural de la ciudad a través de esta nueva iniciativa que conllevará la peatonalización de parte de la calle Ricardo del Pino, contemplando el homenaje concreto a destacadas mujeres antequeranas y un proceso de participación ciudadana sobre el parque en sí”. (Sic).

Interesante proyecto, que deseo culmine lo mejor posible y que quede para la posteridad como testigo de ese bien merecido homenaje que los antequeranos rendimos a nuestras mujeres. Pero hagamos una reflexión, con datos históricos, del porqué las mujeres de Antequera son dignas de este gran homenaje.

Nos remontaremos al siglo XIV cuando el escritor árabe, Ben-al-Jatib hizo un gran elogio de Antequera y sus tierras, pero no fue tan generoso con sus gentes: “Era un cordel demasiado impetuoso, libre y alborozado y que no podían asegurarla firmemente soldados armados de pies a cabeza, ni armaduras espaciosas; que era escasa en diversiones y falta de dulzura y de benignidad, que su gente era de mala y altiva condición; que no recibían cordialmente al peregrino y andaban en frecuente trato con los enemigos”. Nos se libraba nadie o, mejor aún, todos, hombres y mujeres, salían malparados.

Sabemos por la historia que la invasión musulmana hizo que los hombres tuviesen que huir hacia el norte y que las mujeres quedaron en zona o territorio musulmán como esclavas de ellos. Se consideraban mozárabes que eran cristianas y hablaban una lengua latina, muy alejada del árabe y que tenían que hacer frente a las tareas de sus nuevos dueños, que hablaban una lengua distinta y eran de costumbres muy diferentes. ¡Quién sabe si alguna de las conocidas Jarchas nacieron en Antequera!

Narciso Díaz Escobar y Luis Fernández de Córdoba recogen leyendas de estas mujeres antequeranas que se hicieron famosas por sus actuaciones bélicas. 

Tras la conquista de Antequera en el año 1410 por el Infante Don Fernando, que desde entonces se conoce como “El de Antequera”, pese a haber sido posteriormente rey de Aragón, conquista que se produce después de un asedio “sangriento y ejemplar”, la plaza de Antequera quedó defendida por una pequeña guarnición y siempre expuesta a que las continuas y frecuentes razzias de moros granadinos que en muchas ocasiones intentaron volver a conquistarla.

Muerto Rodrigo de Narváez, le sucedió su hijo Fernando que fue guerrero valiente y audaz y, por eso, organizó una expedición con un pequeño ejército cristiano, cien jinetes y cien peones, hacia Loja, apresando el ganado que pastaba en la sierra y haciendo huir a los musulmanes que le salieron al frente. Cuando llegaron a la Peña de los Enamorados, Fernando de Narváez dio descanso a su hombres, cometiendo la imprudencia de dejar escasos centinelas. Esto lo aprovecharon los enemigos moros que, con ganas de venganza, sitiaron la Peña, rodeándola, cuando era de noche, y se arrojaron sobre los cristianos que no pudieron reaccionar, ni coger sus lanzas. Se produjo una matanza cruel; murieron muchos, otros se los llevaron cautivos y más aún quedaron heridos. Sólo Fernando de Narváez y pocos soldados pudieron llegar a Antequera.

Los  moros, crecidos con esta victoria, se atrevieron a sitiar Antequera y Fernando de Narváez “con muy pocos soldados  para la defensa y sin esperanza de recibir refuerzos temió que la ciudad no pudiese resistir por mucho tiempo”.

Entonces se le ocurrió una idea salvadora, aprovechando una oderta: “La mujeres antequeranas,  dolidas, indignadas contra los sitiadores y deseosas de vengar la muerte de sus maridos, hermanos e hijos. Se ofrecieron a defender la ciudad”.

Según la leyenda, las mujeres ocuparon las torres y las murallas haciendo que el enemigo tuviese que combatir como si se tratase de hacerlo con guerreros de gran experiencia. “Ni por un instante decae el ánimo de aquellas heroínas que gustosas sufren las inclemencias  del tiempo y la constante fatiga del asedio, esperando, de un momento a otro, probar al enemigo de su fe, la fuerza de su brazo. Ni la más pequeña queja, ni el más disimulado suspiro se escapa de aquellos esforzados corazones que, imponiéndose a la gravedad del peligro procuraron estar a la altura de su misión”.

Fernando de Narváez estableció turnos para que descansaran, pero ellas rehuyeron la orden, porque querían ser las primeras en rechazar al enemigo cuando intentasen el asalto. Los moros, al ver esto, pensaron que los cristianos de Antequera habían recibido refuerzo y que era imposible la victoria; por eso, tras varias noches de asedio, decidieron abandonar el asalto y regresar a sus hogares.

Por la mañana, cuando los antequeranos, sobre todo las antequeranas, vieron la vega libre de enemigos, dieron gracias al Altísimo y el Alcaide Fernando Narváez, les dirigió las siguientes palabras, en la plaza: “Antequeranas: Acabáis de probar que por vuestras venas corre sangre hispana; la sangre de las mujeres de Sagunto y de Numancia. Testigo de vuestro valor y sufrimiento, confieso que habéis superado  la esperanza que en vosotras puse. Serenas en el peligro, fuertes en la desgracia, en adelante ceñiré vuestra frente la corona de los héroes. La historia, haciendo justicia, enaltecerá vuestras virtudes cívicas”. 

Además de este hecho histórico, la historia y leyendas locales nos dan fe de otras muchas escaramuzas en las que las mujeres antequeranas, defendieron, con gran valentía y con las armas que pudieron conseguir, la plaza e impidieron que los musulmanes volviesen a conquistar la Medina de Antequera.

Por todos estos hechos, demostrados por la historia y leyendas, el rey Juan II concedió el título y tratamiento de “Doña”a todas las mujeres que en adelante nacieran en Antequera.

A partir de estos hechos, hay un dato más que es interesante comentar: Se trata del dicho que se suele referir en  la ciudad, desde tiempos remotos, posiblemente de esta fecha, de que “En Antequera, ni mujer, ni montera; y si algo ha de ser, mejor montera que mujer”. Dicho que muchos lo consideran negativo y que, para mí, es todo lo contrario: Se trata de defender con él la valentía, la osadía y el atrevimiento, en una época en la que las mujeres tenían escaso o nulo papel,  que estas mujeres demostraron y que, afortunadamente, lo siguen demostrando hoy.

Es un dicho, por otro lado, que los que no han nacido o vivido en Antequera, no suelen entender, porque desconocen lo que para los antequeranos significa “montera” que no es otra cosa que esas nubes bajas que se aparecen en el Torcal y que llevan consigo días de mucho viento y de desasosiego. Los foráneos, no ven relación alguna entre la “montera” con la que se cubren los toreros la cabeza en el paseíllo y que luego les sirve para brindar los toros y tirarla hacia atrás para que caiga bien y les traga suerte, y la mujer. Los que estamos acostumbrados a recibir grupos de fuera, tenemos que explicarle qué es “montera” o qué significado tiene esta palabra en nuestra ciudad.  Curiosamente, en muchas ocasiones tenemos que relacionar la “montera” con “la panza de burra” que se pone sobre el Teide y que ocasiona efectos meteorológicos parecidos.

Otros aspectos donde ensalzar a la mujer antequerana

Posiblemente, por estos hechos y hazañas, en todas las épocas, las mujeres antequeranas siempre han sido muy bien consideradas en nuestra ciudad y para ello, referiré uno ejemplo. Cuando en Antequera se celebraba el Carnaval que le dio fama durante muchos años, hasta que la Guerra Civil (incivil)  y la posguerra lo abolieron,  las comparsas y murgas tenía la obligación, aceptada de buen gusto por lo que dicen en ellas, de cantarle una canción o copla a Antequera y otra a las mujeres de Antequera. Juan Campos Rodríguez y yo, hemos recogido algunas de estas canciones, entre los años 1917-1936, y las publicamos en el año 2002 cuando se hicieron todos los esfuerzos posibles por nuestro Ayuntamiento para recuperar el carnaval perdido. Algunas de estas coplas dicen así:

¡Tierra mía, te saludo

con entusiasmo y ardor! 

Tus mujeres son las flores 

que perfuman la creación. 

Pierrot te ensalza muy poco;

tú mereces mucho más, 

pues tu nobleza y tu gloria 

brillan cual la luz solar”.

“Antequerana,

niña tan preciosa, 

tu rostro son rosas

que enloquecen al trovador; 

al paso bello 

de gentil figura, 

los mozos suspiranen

ardecidos de amor”.

“A una bella antequerana, 

fuimos a brindarle amor; 

y de sus labios de grana 

una sonrisa salió”.

“Ángeles y serafines, 

con coronas de laureles, 

han venido a Antequera 

a coronar a sus mujeres. 

Ni la aurora boreal, 

ni el sol con sus resplandores, 

su elegancia y su hermosura 

pueden igualarla, señores”.

Como en la presentación de este proyecto se nos pide colaboración y que hagamos sugerencias, yo propongo que el nuevo parque se denomine “Parque de la Mujer Antequerana” y aporto los siguientes nombres para que, de la forma que sea, aparezcan en ese parque: Cristobalina Fernández de Alarcón, Hipólita de Narváez, Luciana de Narváez y Catalina Trillo. 

Espero que cada antequerano o antequerana aporte más nombres.

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