Se complican las cosas para el más débil. No hay semana que nuestro Sol no saque a colación lo del Palacio de Ferias. Que no es palacio precisamente, ni sirve para ninguna feria en su estado actual, es decir, inacabado, y levantado en un paraje feo rodeado de maleza, como si desde la primera piedra ya presagiara los quebraderos de cabeza que iba a dar en los años posteriores. Probablemente hubo fiesta y vítores, y alguna que otra celebración lúdica el día de su puesta en marcha. Ya se sabe que los políticos inician mucho e inauguran menos, a no ser que haya cita con las urnas y la rapidez acude en su auxilio para presentar lo que muchas veces no es más que el cascarón, lo que tenemos en Antequera un edificio antiestético del que se deben más de cinco millones de euros.
Está tardando mucho en aparecer una ley que obligue a responder a cada cual de la gestión pública que lleve a cabo. Nadie debe ser responsable de lo que hace otra persona y, menos aún, si en un resultado político se admite una dación en pago y en otro un dineral que tambalea el presupuesto municipal. Pero curiosamente los hay que saben vender mejor. El grupo socialista aborda en plena calle a los vecinos y les hace la pregunta de millón.
¿Cree usted que los impuestos de Antequera son altos y que habría que bajarlos? Todo el mundo contesta que quiere pagar menos, sin distinción de color político porque el bolsillo es lo que más amamos. Y, si en la acera de enfrente el grupo popular preguntara ¿Estaría usted dispuesto a pagar la deuda millonaria que dejó el último alcalde socialista con el Palacio de Ferias? No hace falta escribir la respuesta. Sin embargo, es necesario informar a pie de calle todo lo que en la ciudad acontece. Dudo mucho que lejos de lo que habla la prensa, la gente que no tiene acceso a ella, bastante, por cierto, en esta ciudad, esté informada de lo que ocurre. En cambio, no me cabe la menor duda de que sí saben que el grupo socialista quiere bajar los impuestos. Las verdades enteras, a medias, se convierten en trampas para todos.