sábado 23 noviembre 2024
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La imagen de Pablo

Mucho me temo que Pablo Iglesias conozca una de las citas más celebres del gran diseñador italiano Giorgio Armani:  “La elegancia no es acerca de ser notado, se trata de ser recordado”, pero es a buen seguro quien  más sentido ha dado a la misma. Su presencia ante el jefe de Estado con camisa blanca, como si de un camarero se tratase, será recordada en la historia de lo que quede de España. 
 
Habíamos visto a mandatarios ante nuestro jefe de Estado mostrándose atrevidos por una indumentaria para la que España ni ha sido educada y tampoco, pese a quien le pese, está acostumbrada. Habíamos sido testigos, otrora momento, de imágenes de circo cuando el rey de España recibía a Evo Morales o Hugo Chávez. Pero, ver a Pablo Iglesias en el Palacio de la Zarzuela con vaqueros, camisa blanca arremangada y sin corbata, lo ponía a la cola de los camareros que esperan ser contratados para Nochevieja. A este, por la coleta, no lo hubieran dejado entrar a poner copas. 
 
La imagen de Pablo Iglesias, atrevida y desenfadada para unos, irreverente y anormal para otros, pone sobre la mesa el nivel al que estamos llegando. Pero Pablo, como el lobo que sabe buscar su presa, controla los tiempos a la perfección. Piercings, camiseta, desaliño y todo aquello que vaya en contra de la casta, de la que él ya ha pasado a formar parte, son sus mejores atuendos. Pero Pablo, –mucho me temo que alguien lo haya llamado don Pablo– para la gala de los Premios Goya, dio todo un golpe de efecto. Rompió con su habitual indumentaria, y apareció con esmoquin. De talla más grande y con la pajarita al viento, pero con esmoquin. Tenía que dar la nota y ser el más comentado.
 
En Podemos y en todo sus acólitos, la presencia ante las cámaras, los escenarios, las poses y las formas están estudiadas al minuto. Es difícil pensar que imagen ha dado a quienes ha impartido clases en la Universidad Complutense; pero las poses de Rita Maestre en la capilla de la Universidad, la presencia de Carolina Bescansa con su hijo en el Congreso –¿dónde estaba el feminismo para denunciar el esfuerzo que hacen todas la mujeres y hombres de este país para llevar a sus hijos a guarderías?–,  y la lectura en Barcelona de un poema que versionaba el padrenuestro con contenidos sexuales, no son la imagen de Pablo, sino lo que viene con Pablo. 
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