En el ecuador de la Cuaresma, entre marchas y olor a incienso, presentaciones de carteles y triduos, qué mejor que prepararnos para acompañar a Cristo hacia nuestra salvación, su calvario con el rezo del Vía Crucis.
Oración dolorosa donde las haya, pero también poética y bella, que nos invita a revivir aquellas horas amargas del Señor, que nos ayuda a acompañarlo hasta el camino de la Cruz, acompañarlo desde el Pretorio de Pilatos hasta el Calvario.
Los precedentes del Vía Crucis es venerar los pasos de la Vía Dolorosa, consiste en la meditación de los pasos de Jesús en su camino al Calvario. Es una costumbre que muchos cristianos ponen en práctica a en torno a la Semana Santa, pero que también es típica de los viernes de cada semana.
Catorce estaciones que nos trasladan al lugar de los hechos, que nos meten de lleno a estar presentes en las calles agitadas de Jerusalén, en la condena a muerte frente a Pilatos, Barrabás, y la multitud de personas que echaban a Jesús a la Cruz, sabemos el peso de la Cruz porque junto con Simón de Cirene ayudamos a cargarla, estamos junto a Verónica cuando limpia piadosamente su rostro.
Y así lo seguimos hasta la cruz, que esa escena en la Cruz, casi en soledad en la que se encontraba María, algunas santas mujeres y un joven apóstol, nos haga estar cerca de Jesús no solo entre los pasos, varales y palios de Semana Santa sino al cabo de todo el año.
ENCARNI ÁLVAREZ
Más información, edición impresa sábado 5 de marzo de 2016 (pinche aquí y conozca dónde puede adquirir el ejemplar) o suscríbase y recíbalo en casa o en su ordenador, antes que nadie (suscripción).
