Si la corrupción “es de las personas, no es de los partidos”, como decía hace unos meses el vicesecretario general de Organización del Partido Popular, Fernando Martínez-Maíllo, ¿cuántos se han beneficiado de su posición política mientras el partido hacía oídos sordos?, ¿no debería ir una cosa relacionada con la otra y asumir las consecuencias cuando te chocas de frente?
La Comunidad de Madrid está sufriendo desde hace varias semanas lo mismo que el resto de España. La corrupción está azotando la capital de nuestro país, síntoma del enquistamiento profundo de una gran enfermedad. La cleptomanía en su máxima expresión. ¿Cómo nos verán ahí fuera? Los toros, el flamenco, la bolsa de basura con billetes y el puro. Qué imagen. “La España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y de alma quieta”. Qué actual suena Antonio Machado, ¿verdad?
La Guardia Civil detuvo hace menos de un mes al ex presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, por el presunto desvío de fondos de la empresa pública Canal de Isabel II en beneficio propio. El otro día leía en El País que su obsesión era el dinero y solo el dinero. Hasta sus allegados le advertían de sus macabras ideas en torno a su enriquecimiento. Una situación que, lejos de solucionarse, sigue sucediendo en nuestro país y muy pocos partidos pueden señalar con orgullo que estén limpios de esta lacra que ejecutan sin remordimiento. Sí, sí, Madrid…
Este panorama nos hace cuestionarnos si se está haciendo todo tan bien como debería en los partidos políticos para evitar este tipo de situaciones. ¡Qué sería sin las investigaciones de la Justicia! Y, a veces, ni eso nos sirve. Aún hay esperanzas (que no Aguirre). Espero que aún no sea demasiado tarde para solucionarlo.