Hace justo un año, teníamos los nervios a flor de piel: nuestros Dólmenes, El Torcal y la Peña de los Enamorados –el Sitio de Los Dólmenes– se jugaban en Estambul entrar en la prestigiosa lista indicativa de UNESCO. Y lo conseguimos.
Recuerdo el momento exacto. Cada segundo de aquella decisión, aquel bendito “martillito” que certificaba la inclusión del Sitio, el salto de nuestro Alcalde al conocer la noticia, la emoción de mis compañeros Curro y Lorena al ver repicar las campanas de todas las iglesias de Antequera, nuestras largas horas de trabajo… ¡el sueño se había cumplido!
Habíamos conseguido el objetivo tan deseado, del que tiene culpa, indiscutiblemente, la campaña del “gesto de apoyo”, que se hizo viral en las redes sociales y que consiguió llegar a innumerables rincones del mundo.
Pero no quisiera olvidar ese otro lado menos “viral”: la parte científica. La parte de los expertos que día tras día, año tras año, han estudiado nuestros Dólmenes y la relación con La Peña de los Enamorados y la sierra de El Torcal. A ellos, sobre todo, les pertenece este título de UNESCO y, cómo no, a esos constructores de la época: arquitectos, artistas, matemáticos, que supieron expresar su cultura a través de enormes moles de piedra.
El examen con UNESCO continúa día a día y los ciudadanos no entienden de promesas, sino de hechos. No quisiera entrar en el trabajo de las administraciones, pero nos gustaría ver terminado –algún día terminará, digo yo– ese Museo Dolménico, esa vía verde, esa puesta en valor del Conjunto Arqueológico… esos detalles.
El Sitio de Los Dólmenes nos llevó a lo más alto con el nombramiento como Patrimonio Mundial de la Humanidad y ahora se cumple un año de aquel hito histórico que jamás olvidaré. ¿Y tú, dónde estabas ese 15 de julio del 2016 a las 15,33 horas?