Allá por 1684 encontramos a un soldado de Antequera en Ceuta. Algo que puede considerarse normal debido las circunstancias que rodean a la plaza fronteriza. Cabe recordar que durante las décadas de 1670 a 1680 se produce un constante alistamiento de soldados para reforzar las plazas fronterizas ante la hostilidad del enemigo.
En el caso concreto de Ceuta, su control suponía de controlar el Estrecho con todo lo que ello conllevaba: cuestiones económicas, geopolíticas… Asistimos a un período de tensas relaciones con el sultán de Marruecos ante sus constantes intentos por ocupar la ciudad, incluyendo bloqueos que aislaban aún más si cabe a la ciudad. Con la ayuda inglesa, se logró mantener la plaza.
Una vez delimitadas las circunstancias históricas del momento, encontramos un documento relativo a un soldado antequerano, Juan Rodríguez Conejo, alistado entre las tropas que se desplazaron para la defensa de la plaza norteafricana. Este antequerano no pasa por sus mejores momentos al encontrarse aquejado de varias enfermedades que deterioran profundamente su salud. Por lo que decide, el 11 de diciembre de 1684, realizar su testamento ante el escribano público Juan Alonso Correas.
Este testamento, conservado en el Archivo Histórico de Ceuta, perteneciente al Fondo de la Sata y Real Casa de Misericordia de Ceuta, constata la presencia de este antequerano en tierras ceutíes en un época convulsa así como aporta algunos datos referentes sobre Antequera. Cabe destacar la importante labor llevada a cabo por la Casa de la Misericordia en Ceuta. Creada a imitación de la casa matriz erigida en Lisboa en 1498. Su actividad se circunscribe al cuidado de niños, atención de ancianos y la asistencia sanitaria.
El testamento comienza con las consabidas fórmulas “En Nombre de Dios…” para continuar desglosando su situación: “…yo Juan Rodríguez Conejo soldado de la Compañía Nueva residente de esta Ciudad fidelísima de Ceuta, natural de Antequera estando en cama enfermo de enfermedades…”. Desde el principio quiere dejar claro que se encuentra “con sano juicio y entendimiento natural”. El núcleo central lo constituyen sus últimas voluntades, constatadas de la siguiente forma:
“Declaro que soy natural de la ciudad de Antequera, hijo legítimo de Juan Rodríguez Galvez por muerte de quien no habiendo quedado más hijos que yo del dicho mi padre me pertenece toda la hacienda que cuando por su muerte formo con unas casa bajas en la calle de los Hornos junto a Santiago… y un cortijo en las Lagunillas. Mas todas mis posesiones como mias que son y me pertenecen por tal hijo de dicho mi padre. Con todos mis sueldos… como dinero y ropas dejo a la Real Casa de la Santa Misericordia de esta ciudad de Ceuta por cuyas limosnas…”.
Una vez testado a favor de la institución también quiere dejar reflejado que la propia Casa de la Misericordia se encargue de dar las misas oportunas por su alma así como por las de sus padres fallecidos. Por último también indica que la propia institución puede cobrar una deuda reflejándolo así “declaro que Pedro Lozano me debe que le preste….más diez reales”.
Una vez realizados los oportunos trámites antes el escribano público quedó finalizado este testamento con la consiguiente satisfacción de este soldado. Sin duda, un documento que pone de relieve la participación de un antequerano en la defensa de esta plaza norteafricana pero sobre todo, sirve para comprobar cómo se puede establecer una fuerte vinculación con la nueva tierra de acogida, llegando a entregarle a una institución tus únicos bienes, como forma de agradecimiento por los cuidados prestados. La principal fuente de subsistencia de la Casa de la Misericordia se debía a las donaciones de particulares, como podemos contemplar en este testamento.
Un antequerano que recuerda su ciudad, sus calles pero que es bien agradecido con la nueva tierra que lo acoge…y todo eso en 1684.