Nadie debería ser ilegal en ningún sitio. Una frase que “rechina” en aquellos que piensan que los españoles “van primero”. Me quiero convencer de que quien piensa eso no conoce lo que realmente ocurre en el Mediterráneo. Y digo que me quiero convencer porque seguro que muchos, incluso sabiendo que el mar en el que nos bañamos es un cementerio de seres humanos, está en contra de acoger a aquellos que buscan una mejor vida.
De “Aquarius” y “Open Arms” va la cosa. Mientras permanecemos sentados cómodamente, hay miles de personas que se juegan la vida “cruzando el charco”: mayores, jóvenes, embarazadas, enfermos… que tienen la esperanza de que el mundo, por una vez, sea justo con ellos.
La acogida o no acogida debería ser un tema humanitario, no político. Los ciudadanos no debemos permanecer impasibles ante lo que ocurre. Hay que denunciar lo que pasa. Y hay que denunciar a quien, a costa de defender lo nuestro –que soy el primero que lo hace–, demuestra un latente racismo que parece estar ganando la batalla en muchos países de Europa.
Una tendencia que rechazo de manera contundente y que se está aflorando en países como Italia. Matteo Salvini, su ministro del Interior, se ha felicitado en no pocas ocasiones de que aquellos que buscan la supervivencia no lleguen a las costas italianas, acusando a España de “favorecer una inmigración fuera de control”.
Aquí, no hay que irse tan lejos, el renovado líder del Partido Popular, Pablo Casado, ya dijo hace varias semanas que no es posible “la política de papeles para todos”. Es obvio que algo hay que hacer. Hagámoslo ya y no nos quedemos solo en las palabras o en esas repugnantes fotos estrechando la mano a un inmigrante cuando rechazas acogerlo en tu país. Ya saben de qué les hablo. ¿Ignoramos lo que pasa ahí fuera? Somos cómplices de ese cementerio.
