viernes 22 noviembre 2024
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“Jesús poseía una Palabra como nadie jamás ha podido pronunciar”

En el Evangelio de hoy se nos dice que todos hablaban bien de Jesús porque habían oído de su predicación y de sus milagros. Ahora el Maestro se encontraba en su tierra, en su sinagoga, rodeado de vecinos y conocidos. Estaban admirados de la belleza de sus palabras. Hay personas que tienen el don de la palabra. Cuando hablan son capaces de llegar al corazón del oyente y esa palabra se vuelve pregunta interna que demanda una respuesta. Jesús poseía una Palabra como nadie jamás ha podido pronunciar. Es la Palabra definitiva de Dios a todos los seres humanos, de ahí que sus palabras no pasaran inadvertidas y crearan un estado de encuentro espiritual con su interlocutor.

 

Pero sus vecinos y conocidos no se conforman con la palabra; sabían que la mayor parte de los milagros de Jesús eran curaciones, así que podían exigir que curase también a los enfermos que había entre ellos. No se habían dado cuenta que las curaciones tenían por último objetivo sanar la incredulidad de los corazones. Pedían sanar el cuerpo pero no el corazón. Esperaban que después de las palabras siguieran obras milagrosas, pruebas más que reales de su divinidad. Su ciudad era tan digna como cualquier otra para que en ella hiciese milagros. Pero ellos se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?”.

 

Normalmente valoramos poco a nuestros familiares y conocidos y esto sucede porque les conocemos incluso en sus intimidades, en sus momentos bajos y en sus errores. Si preguntamos a las demás qué buenas personas conocen, puede ocurrir que siempre nos hablen de individuos de fuera de su ambiente familiar y de su círculo de conocidos.  Jesús no hizo milagros delante de sus ciudadanos a causa de los prejuicios que ellos tenían. El Evangelio nos cita los casos de los milagros de los profetas Elías y Eliseo que se dieron porque en aquellos individuos los profetas encontraron fe, que los profetas no habían encontrado en sus conciudadanos.

 

Después empieza la oposición y la persecución de Jesús. Tan cerca está para los cristianos la admiración de la persecución que no debemos dejarnos confundir por una o por otra; ambas siempre estarán a nuestro lado tal y como le pasó a Jesús.Los presentes allí se enfadan cuando oyen que Dios había mostrado su favor a los gentiles. Ellos eran judíos, el pueblo elegido, la raza escogida. Las palabras de Jesús les sonaron más que un insulto. Hay veces que sólo nos gusta que nos halaguen el oído, pero les impedimos que lleguen a nuestro interior, a lo más profundo de nuestro corazón. Jesús les provocó con sus palabras y por eso intentaron matarlo. 

 

La Palabra que engendra vida se convirtió para aquellas personas duras de corazón, en palabras que engendran intenciones de muerte. Tenemos que estar siempre preparados no sólo para el domingo de ramos sino también para el viernes santo de nuestras vidas… Éste es un buen día para cuestionarnos sobre el Evangelio que tenemos que llevar a los cercanos: a nuestras familias, a nuestros amigos y compañeros de trabajo, a nuestros vecinos.

 

Sería bueno preguntarnos cuántas personas de nuestro círculo más cercano han encontrado a Cristo gracias a nuestra palabra, a nuestro testimonio, a nuestra oración. Muchas veces los cristianos estamos tan inmersos en llevar la palabra y salvación  a los demás que nos olvidamos de llevarla a los que tenemos más cerca.

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