Visitar El Torcal de Antequera es siempre un placer. Acercándose a él, todo cambia: pasamos del calor a unas temperaturas más suaves, de los terrenos secos a un lugar lleno de frescor y musgo que recorre las piedras, de un paisaje de hormigón a otro dibujado de manera caprichosa por el paso de los años.
El Torcal de Antequera es una visita obligada cada cierto tiempo para todos los que tenemos el lujo de vivir cerca de él. Nuestra ciudad tiene cosas maravillosas, una cultura inmensa y miles de sitios por visitar. Entre los más destacados, este paisaje kárstico que no hace más que hacernos ver la importante flora y fauna que nos rodea.
Esculpido por el paso del tiempo, nos tenemos que remontar 200 millones de años hacia atrás para comprender las formas caprichosas que adoptan las piedras, siendo la más significativa “El Tornillo”, que representa a la perfección todo el entorno.
Esa fue la primera parada que realicé el otro día, antes de comenzar la “ruta amarilla”, donde se pueden apreciar mil y una sorpresas más. Entre ellas, contemplar de cerca la increíble fauna que hay en la zona. La cabra montés –capra pyrenaica– es uno de los ejemplos más llamativos que, con un poco de atención y sigilo, puedes disfrutar desde muy cerca.
Además de aves y otros mamíferos como zorros –que también pude contemplar al finalizar ya la ruta–, la vegetación también es la estrella. Zarzales, encinas y mucha hiedra se funden entre las grandes piedras calizas, para darle un sentido único a la visita.
Entre tanto detalle, un dato curioso: las zonas rocosas y el terreno impiden que nuestro móvil reciba señal de cobertura –mucho menos de 4G– algo que hace aún más maravilloso un viaje al pasado que, unido a la naturaleza y a una buena compañía, puede hacer de la visita algo imborrable.