Cuando se publiquen estas líneas, llevaremos más de un mes en este estado de alarma y aún nos faltarán algunos días para que termine. Durante este tiempo hemos sentido un sinfín de sensaciones de todo tipo. Hemos cocinado más, limpiado más, hemos ordenado aquel cajón que siempre teníamos abandonado e incluso hemos encontrado recuerdos que teníamos olvidados, hemos pensado, reflexionado sobre lo humano y lo divino. Hemos salido puntuales a nuestros balcones y terrazas a aplaudir a quienes se dejaban la piel y la salud en los hospitales, supermercados, pequeños comercios, farmacias, servicios de correos y mensajería, bancos…
Pero como dice la canción, hay unos “locos bajitos” que han llevado sobre sus hombros lo más duro de este confinamiento. Han demostrado que son capaces de dar lo mejor de cada uno y muy probablemente hayan aprendido más allá de las tareas que mandaban sus “profes”. Han aprendido solidaridad, comprensión, paciencia, responsabilidad y respeto. Todo ello aderezado con sus pequeñas travesuras y trastadas, sin las cuales no serían niños. Me atrevería a decir que podemos estar a las puertas de una de las mejores generaciones que ha dado este país y por ello no debemos dejar de animarlos y demostrarles con nuestro ejemplo que es posible una sociedad mejor y más solidaria. Porque es responsabilidad nuestra seguir manteniendo este nivel de compromiso con todo lo que nos rodea y trasmitir estos mensajes que hemos sido capaces de sacar de cada uno de nosotros.
Gracias por todo lo que nos habéis enseñado a los que nos consideramos adultos y a veces olvidamos que un día también fuimos niños. Y para terminar, no olvidéis nunca lavaros las manos. De ello depende nuestra salud.