Aquí no va a quedar títere con cabeza. Y por muy alto y claro que se pronuncie el Consejero de Educación “por ahí no vamos a pasar” sobre la ley Celáa, tragaremos ley, recortes a la Concertada y todo lo que al Gobierno les venga en gana. Levantamos poco la voz, con tanta timidez, que apenas deja un murmullo confundible con otros ruidos de la calle. Ya nada nos deja asombrados.
Nos quejamos continuamente y encendemos nuestro interior como locos pirómanos que quieren hacer desaparecer, en un momento, todo lo que les rodea. Y corremos la voz, como si fuera un mensaje que no debe parar, de que la Ministra educó a sus hijas en las Irlandesas, un concertado, donde las clases medias y bajas, no se acercaban ni a sus alrededores.
Ahora hay otro tiempo y van calando maneras distintas en la sociedad. Muchos libros de ética, corren por los pupitres, buscando dónde acomodarse e intentando desplazar los textos religiosos que han modelado la educación de muchas generaciones.
Y quizá, por eso, estorbe la Concertada, casi toda en manos de religiosos, porque funciona bien y extiende una moral religiosa, que se percibe anticuada y perteneciente a la Iglesia Católica que debe ir olvidándose de privilegios pasados, y si pierde su influencia, mejor que mejor.
Nadie desmerece la escuela pública, todo lo contrario, cumple su papel a la perfección, con muchas dificultades y pocas motivaciones. Y la Concertada es el complemento perfecto para darles a los padres lo que desean para sus hijos, y darles a estos, una educación basada en valores cristianos.
Asistimos, como espectadores confundidos, a un cambio revulsivo en nuestra sociedad. Seguimos callados. Nos arrinconan nuestras ideas, y pensamos que es el momento de otros que creen tener la sartén por el mango, ni el menor intento de arrebatarlo. Estamos viendo la estrategia del Gobierno y aún nos preguntamos dónde nos va a llevar, sin apenas sospechar que nos ha llevado demasiado lejos, sin posibilidad de retorno.
