El suicidio es la principal causa de muerte no natural en el territorio nacional. Después de los tumores, es la principal causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años. Según los estudios el mayor número de decesos por esta causa se produce entre los 40 y 59 años. A lo largo de los años, lejos de disminuir las cifras, han ido aumentando de tal forma que en 2020 se registró el mayor número de suicidios desde que se recogen datos al respecto. Llegando a alcanzarse una media de 11 personas al día, esto es, un suicidio cada dos horas.
Durante muchos años se ha silenciado esta situación. Sin visualizarla, sin aportar datos o información, el problema no ha existido. Pero lo que no se ve sí existe. Es una realidad tan aplastante que cada vez más personas, muchos jóvenes entre ellos, quieran acabar con su vida que no podemos seguir ignorando una cuestión tan importante que se ha convertido en un grave problema de salud pública.
Se pensaba que hablar de ello con quien manifestaba la ideación suicida podía favorecer el fatal desenlace, también que quien lo expresaba realmente no lo iba a ejecutar, o que eran llamadas de atención… estas y otras creencias son falsos mitos que no son ciertos. Está demostrado que hablar sobre el suicidio con una persona en tal riesgo en vez de incitar, provocar o introducir en su cabeza esa idea, reduce el riesgo de cometerlo. No es necesario tener una formación especializada para actuar como agentes preventivos, con una postura cercana y de escucha activa en la que se ayude a la persona a encontrar otras soluciones alternativas a ésta, ya se está realizando prevención.
Lo principal que deben sentir las personas que muestran estas ideas o tentativas es que no están solos y que los problemas que acompañan a estos pensamientos pueden resolverse de otra forma.
