Si te levantas enamorada de la vida, el día te sonríe al menos a mí me ha pasado hoy. Camino hacia mis kilómetros. Delante de mí observo chicos que van al instituto. Los veo muy motivados, van hablando de sus cosas y el más alto presume, por decirlo de alguna manera, de lo que le han regalado sus padres, una tablet intuyo, con un sistema operativo genial, es lo que capto al pasar junto a ellos, porque voy ligera, pero los chicos se hablan a voces encantados de volver a reunirse después de un verano glorioso lleno de playa, viajes con los padres y cursos en el extranjero para mejorar el inglés.
Dicen que ser joven es querer empezar cosas, pues ahí reside uno de los pilares de la juventud. Tengo que reconocer que mi vida está medida en cursos escolares, en vacaciones de verano e invierno. Recuerdo que en un mes de agosto ahora un poco lejano nos encontramos, en una boda de una amigo en común, un vecino y yo. Mis hijas eran pequeñas y aunque habían sido invitadas, se aburrían soberanamente. La cena estuvo genial pero las dos sabían que el fin de fiesta era el baile de los novios y el de ellas, me han salido muy balilongas, tienen a quien parecerse y no es su padre. Pues bien este vecino me escogió para contarme las pocas vacaciones que él tenía y las larguísimas vacaciones que disfrutábamos los profes. Sé que le dije algo casi impensable: “yo ya estoy harta de vacaciones, quiero volver a dar clase” Me miró entre incrédulo y sorprendido y recuerdo que al oír decir esto me sentí totalmente identificada con mi deseo.
Y mientras voy y vengo por estos espacios de letras, me llega la noticia de que ha muerto Robert Redfort. Mi mente ha dibujado de inmediato las películas en las que más me gustó este carismático actor. Me quedo con El golpe sin hacer de menos a Memorias de África. Una estrella más en el firmamento.
