El anillo de ADIF está consiguiendo una cosa rarísima por estos pagos: la unanimidad de los más directamente interesados. Los labradores de la comarca, grandes y pequeños, representados por sus sindicatos, se oponen frontalmente a esta cosa tan demencial que se les viene encima. ¿A quién se le habrá ocurrido proyectar una estructura semejante en una comarca tan densamente poblada, de hábitat tan disperso, y con agricultura rentable? ¿A qué altura tendrá que instalarse el tinglado para salvar, sin desniveles, la A-92, la A-45 y los tropecientos caminos y carreteras, además de las potenciales inundaciones? ¿En qué clase de damero maldito se convertirá La Vega con esto y con el AVE? Y, con el efecto barrera ¿cuántos cortijos y caserías se dedicarán desde ahora al cultivo de la claustrofobia? ¿Cuántos rodeos para ir a lo que quede de la viña? Y, sobre todo ¿cuánto más baratos saldrían estos anillos, en páramos despoblados de los que España no está falta?
Los megaproyectos de Antequera se las traen: ¿Quién cree en el «interés general» del Aeropuerto de Vera, después de haber visto el de Ciudad Real, sin más pasajeros que los fantasmas de la CCM? ¿Quién en el del CITA y sus promesas de nanotecnología? Pues, ahora, al Sr. Alcalde no se le caen los anillos anunciando que la continuidad del balonmano dependerá del dichoso anillo.
Daría uno cualquier cosa para que le convencieran de que el «incentivo temporal para la economía y el empleo local» de que habla el proyecto, vale más que todo lo que llevamos dicho. Los agricultores afirman que no. ¿Llevará el gato al agua el cortoplacismo y las arcas vacías del Ayuntamiento?
