(…De una conversación que escuché a tres bandas…) Igual que el día me entrega la luz, tú me entregaste la esperanza. No era Domingo de Ramos, ni estrenabas una túnica celeste ni vestía de celestes el domingo. Rodaba el día, como un émbolo que no se detiene, buscando irremisiblemente la noche y era la misma noche la que no encontraba su sitio entre las palabras que se lanzaban al aire.
La Primavera estrenaba su segundo traje de azahar y empezaba a asomar por las terrazas de los tiempos otro verano, que a la postre, iba a ser distinto a otros que ya se perdieron entre las amalgamas de las memorias más antiguas. Intentaban sobrevivir al viento, las brasas de una barbacoa, mientras el aire torpedeaba los mágicos perfiles de aquella azotea.
Cinco amigos, una candela en la cual también se quemaban hasta las palabras mal dichas en el aire y una conversación que trascribo… ¡Échame otro tinto hermano!… ¡Me tardan tanto tus respuestas! Y es que, no te creo compadre. No te creo porque al verte en el estrado escuchándote hablar, ni tu mismo te crees lo que dices. España está tan metida en el fango por los tuyos, como lo está toda Europa. Por desgracia Antequera tampoco se escapa. La dejasteis abandonada a su suerte y la suerte se le convirtió en víbora que devoró hasta sus propios cimientos. ¡Ay Rojillo, si más de uno levantara la cabeza!…
Pero es que tampoco creen en ti compañero. Me dicen los tuyos que te dejas aconsejar por palmeros de tres al cuarto, ésos que venden humo enlatado más barato que nadie… Vienen cien días encalando las fachadas del cambio. Cien días que caen a plomo como cae a racimo el agua de lluvia, sin preguntarme que será de este amor que tanto me atrae y que igualmente tanto me desordena… ¡Y sigues sin convencerme compadre!…
Cien días en el poder, cien días de cambio, cien días de derecha. Cien días de amigos que están y no están, cien días de flagelantes al cerro, de pecadores buscando el perdón y de ladrones que ven cómo Agosto se ha marchado y no han conseguido un cheque con el que poder pagar su caravana… ¡Y es que tengo tantas preguntas sin repuesta…!
El sol se pone en este reino y para algunos este reino es el dinero, el mismo con el que muchos no pueden pagar a sus empleados. Quizá éstos antes pudieran ser amigos tuyos, pero siguen sin cobrar. Por desgracia otros que se jactaban de auto proclamarse amigos tuyos tampoco han encontrado trabajo… ¡Ay Rojillo si más de uno volteara las banderas al viento, otro gallo cantaría!… No importa el color de la sangre y gracias a Dios ahora podemos conversar libremente, cada cual de lo suyo… Hay rojillos que están ahora contigo y han cambiado el color rojo de su chaqueta por el azul impoluto de la gaviota, no lo olvides… Y por no olvidar, no olvides a la rosa que se marchita. Puede que esté triste y ojerosa y que sus semillas parezcan frutos secos, pero el agua del voto que todo lo arregla y que todo lo ve, no descansa y no es tonta…
¡Ten cuidado con lo que cuentas Rojillo!, porque estamos atravesando un territorio de cuchillos que cortan hasta con el mango… ¡Compañero te has pasado tres pueblos con la Cruzcampo!… Y a pesar del agua, de la rosa y de la tormenta, no te conviertas en lo que no eres, compadre. Porque listos siempre los ha habido, antes que tú, que yo y que mi amigo el Rojillo…
JOSÉ PEDRO ALARCÓN GONZÁLEZ