En la vida se presentan situaciones para las que uno nunca está suficientemente preparado, sobre todo, cuando, en un principio, parecen malas noticias.
Enfrentarse a una grave enfermedad siempre es difícil, pero cuando tenemos la suerte de estar rodeados de grandes profesionales que hacen de su trabajo una vocación, es muy justo de agradecer.
Ellos dedican muchas horas y esfuerzo a prepararse para atacar al «intruso» de la forma más eficaz y ponen sus conocimientos al servicio de los demás, concretamente al de sus enfermos, que, ante todo, quieren egoístamente una solución a su problema que, a veces, no siempre se consigue.
Si además de la cualificación profesional, reconocida por los propios compañeros entendidos en la materia, les acompaña una maravillosa calidad humana que hace que sus pacientes se sientan en buenas manos, abandonados a las decisiones afortunadas de un profesional de la sanidad, todo ello nos lleva a reconocer la valía de un cirujano que es capaz de transmitir confianza en momentos difíciles, con mucha dulzura y cariño, sin ocultar las posibles complicaciones que puedan aparecer en el camino.
Estas palabras sólo quieren manifestar nuestra alegría por haber tenido la suerte de conocerle, pues «gracias» a la enfermedad de Trini hemos tenido la posibilidad de tratarle de una forma en la que, seguro, pocas personas tienen la oportunidad de hacerlo. Le hemos sentido tan sencillo y cercano que parecíamos estar atendidos por un miembro de nuestra familia.
Los que vivimos en el «primer mundo» tenemos la gran ventaja de contar con una sanidad y unos médicos de los que no disfrutan la mayor parte de los habitantes de este querido planeta y eso nos permite disfrutar más tiempo y con una mayor calidad del don tan preciado que es la vida.
Nos gustaría trasladar este agradecimiento a todo el equipo de Quirófano y Reanimación: cirujanos, anestesistas, enfermeras, auxiliares, así como a todo el servicio de la planta de maternidad y cocina, donde no hemos podido estar mejor atendidos. Sabíamos que teníamos un gran Hospital en Antequera, pero ahora hemos comprobado que está lleno de grandes profesionales que hacen que la estancia de los enfermos sea lo más agradable posible, en momentos en los que a nadie le gusta encontrarse.
Los «errores» médicos suelen ser noticia, pero cuando se acierta con el diagnóstico, se realiza una intervención impecable y se recibe un trato exquisito, eso no sale en los periódicos. Gracias a la enfermedad hemos conocido a un grupo de trabajadores que parecían buenos, pero es que lo son y mucho; y a tantos enfermos que están viviendo la misma experiencia y nos animan a luchar con todas nuestras fuerzas.
Todavía falta compartir un tratamiento difícil con otros enfermos y nuevos profesionales, pero estamos seguros que, todos, nos harán crecer con el nuevo contacto humano. También, cómo no, muchas gracias a todos los que nos habéis demostrado vuestra cercanía y cariño.
Buena suerte o mala suerte, ¿quién sabe?
TRINI GUTIÉRREZ E IGNACIO BRACHO