Eres tú mi cercanía, el universo donde se juntan todas las lámparas. Vuelves cargada con todo lo que yo amo. Traes en tu vientre esa música que escribe un principio, como cruzando un día que empieza en una noche. ¡Una noche que siempre es distinta!
Dicen todos que vas por donde solías ir, buscando las piedras que muerden el tiempo, tan yente como viniente, llamando a las cosas por sus nombre. Y voy yo y le digo al tiempo que todo se me eterniza en una cruz de ceniza, porque tú no acabas de llegar ¡Y ya la estás mirando! Reina que duerme en los brazos de los siglos. Sin dormir en mi sueño, despreocupada, sin nadie que le diga que es su dueño, pero marcando el rumbo a la vida. ¡Y ya la estoy sintiendo! Parece que se oculta aunque no se oculte. Parece que me domina aunque no mande. Y sabiendo que no se hace adjetivo, siempre vuelve renovada y viva y por eso la idolatramos. Y como recién estrenado de blanco, tu cielo nos traerá una nueva madrugada. Madrugada que ya late en el corazón de la Esperanza.
¡Esa luz que ya está encinta! Y viene marcada por una huella coronada de espinas. Huella de luz tangible, que sólo sabe de amor. ¡Y todos los espejos quieren reflejar tu luz! Te vieron los mismos que yo te vi y prefiero quedarme aquí sin ponerle nombre a tus perfiles. Ya sé que son amores rendidos, los mismos que yo amo y amaré. ¡Y somos felices así! Está la luz encinta y viene preguntando por ti… Pides tú algo más que surcos donde poder sembrar tus semillas.
Pero amor, hay yuntas que quieren quebrar tú campo y tu vega. Campos que no entienden de amanecidas, ni de amores, ni de días festivos, sólo de especulación ¿Serás tú mi Dios el que nos libres de ellas? Tres Reyes Magos vienen buscando tú dolor y no sé indicarles el camino de tú hogar. ¿Dónde, Divino? ¿Si hasta la suerte pregunta el lugar? ¿Qué será si no has venido y ellos preguntan donde estás?
He dejado allí mi ilusión, donde se juntan los cerros cerca del Torcal y alguien preguntará por tú muerte y aún no sé que contestar. Alguna vez sentí el silencio infinito y me dio miedo la mudez que desde el mismo Dios me vino. Pero de blanco viene vestido, ese niño recién nacido, que todo ello me ha de explicar. Tú pagas en amor y no sueles cobrar nunca jamás. Ya siente el puñal en el pecho María y la cruz en el monte no está. Es duro cruzar el patio de este umbral, sabiendo sin querer saber, de ver de un hijo el final. Hay tres cruces que iluminan mi portal y cinco llagas que escriben lentamente un final.
Una joven que enciende un amor. ¡Tienes que despertar! Sal mujer, porque viene preguntando por ti. Viene convencida de que eres la luz más hermosa de este lugar. La misma que yo he de transmitir y conservar. Tiene tu misma sonrisa, tu misma gracia y tu misma cara singular. Es igual de bella que tú, blanca y pura, limpia y clara, tan antigua como nueva, viene vestida de blanco y se llama Navidad.
JOSÉ PEDRO ALARCÓN GONZÁLEZ