No se equivoquen no les voy a relatar la historia que Matt Damon y Scarlett Johansson nos presentan en su película de estreno estos días en España. No; esas preciosas historias se las dejo a los soñadores empedernidos, aquellos que piensan que las películas se pueden hacer realidad. Sí que lo hacen, pero los filmes más reales y que nos brindan la posibilidad de vernos reflejados en ellos.
El cine, se lo dejo a otros, y aunque me encanta, no es una película lo que les quiero narrar en estas líneas. Yo sigo con mi inconformismo renacido de los escombros de mi corazón, escombros porque tras un largo tsunami, ahora llega la calma y con ella la capacidad para analizar lo vivido, aprender de ello y ver las cosas con otro prisma; aunque ese prisma lo conozco desde hace varios años.
Sigo con mi búsqueda de un lugar en el que volver a recobrar la paz, en donde poder sentirme yo sin que nadie me atosigue a preguntas y principalmente, sin que nadie me mienta. ¿Tan difícil es decir la verdad? A muchos les cuesta… y mucho. Y a ésos que la reconocen y se callan para evitar males mayores, les cae el diluvio universal por no decir lo que todo el mundo piensa.
Hace unos días en Facebook me encontraba en el muro de una de mis amigas un dibujo de Homer Simpson que decía: «Tengo dos vidas, la mía y la que los demás me inventan» (o algo así). Cierto en todo su contenido, y lo peor es que ha sido un personaje de animación el encargado de decir las cosas con todas sus letras. Por favor, no inventemos más sobre los demás y seamos reales con nosotros mismos. Yo lo intento cada día.
