El secreto es que no hay secretos: tardaremos en recuperarnos, esto a grandes rasgos. No sé si será fácil decirlo, pero lo que me queda claro, transparente, obvio, es que esto se veía venir y no es fácil asumirlo desde los hechos consumados. Realmente ¿hay soluciones? Digo, que todo no será darle a las tijeras. Cuando estudiaba el catecismo los siete pecados capitales tenían un «contra». Me refiero a «contra AVARICIA – GENEROSIDAD», en este caso. Y ya puestos, el que esté libre de culpa que tire la primera piedra.
Conciencia. ¿Qué es eso? Se preguntan algunos y algunas. Las radiofrecuencias tertulianas, las neuronas que poseemos, pese a quien pese, nos lo narran día tras día. Alguna mañana recuperaremos la tersura y la claridad en los bolsillos, desaparecerán las arrugas de las cuentas, nos libraremos de las manchas visibles del envejecimiento de jóvenes y no tan jóvenes en paro, y… resplandecerá la piel de la justicia, ahora opaca, sensiblemente mortecina, confusa, empapelada. A pie de esto pregunto ¿por qué los malos están campando a sus anchas y a los buenos se les castiga? No comprendo estas leyes, habrá que hacer una reforma. ¿Reforma? No me hablen de la laboral. (Punto y aparte).
Pero hay que ponerle ganas, ¡¡hombre!! Verán lo bonito y exótico que resultará decir: «He trabajado durante unos días (pónganse a voluntad del lector) y ¡me han despedido!». ¡Hala!
¿Nos reembolsarán los derechos que nos quitan o no? ¿Volveremos a ver el glamour en las nóminas? Los números cantan y bailan. Se hacen sumas, sustracciones, multiplicaciones y reparticiones. Creo que el reparto no es directamente proporcional. Es más; el que parte y reparte se lleva la mejor parte ¿Se acuerdan? La regla de tres es demasiado para mí, pero soy optimista y aguardo la reentré.
