ndan muchos preocupados, con razón, por los recortes presupuestarios en Investigación y Ciencia. Está claro que la Ciencia es cuestión de dinero. Pero ni mucho menos sólo de dinero, sino más bien de educación.
Todo empieza en la infancia: ahí se siembran amores y odios. Leo en un libro de Teología: «Ligar en la infancia la idea de Dios con la idea del miedo es sembrar la semilla del odio futuro a Dios (…)» Otro tanto podría decirse de la Ciencia: ciertos contenidos de lo que los nietos llaman Conocimiento del Medio (o «del miedo» o, «cono») parecen pensados para segar de raíz la curiosidad de un potencial investigador. Si se trata del Sistema solar, describen órbitas, distancias, y hasta los satélites de cada uno de los cuerpos celestes, que el niño tiene que memorizar (…y olvidar ¡cuánto más sana seria una chuleta y, santas pascuas!). Un montón de datos, pero ni palabra para decir que, contra toda apariencia, es la Tierra la que está en movimiento, y no el Sol el que sale y se pone. Ni palabra para decir que la sonda Voyager, que está a punto de salirse del sistema solar, lleva ¡treinta años! viajando por el espacio, a razón de treinta mil kilómetros por hora. Y eso que nuestro Sistema solar es una mota de polvo en la fantástica polvareda cósmica ¿No hay manera de aliñar los datos con un poco de pasión?
Tendrán que saber lo que está en los libros; pero, antes de volverlos locos sin imaginación (o fracasados, porque no entren en ese juego) alguien les debería decir que ¡lo realmente apasionante es el Desconocimiento del Medio!, del que, como mucho, sabemos un cuatro por ciento, parece ser. En Ciencia, la mejor noticia no es: «se ha descubierto esto o lo otro» sino, como hablaba anoche un cosmólogo en TV, un titular que dijera: «El Universo es cada vez más complejo». Un hombre realmente interesante porque conserva intacta la curiosidad de un niño… que hubiera sobrevivido al Sistema (escolar).
