Todos los que tengan la oportunidad de leer esta nota de agradecimiento podrán comprender que no es deseable ni siquiera apetecible hacer una reflexión pública sobre el padecimiento y la muerte de un hermano.
Sin embargo, considero que hacerlo, además de proporcionarnos la oportunidad de agradecer a todos las innumerables muestras de cariño sincero y afecto que hemos recibido durante estos largos meses, pudiera servir de ayuda y consuelo para otras personas que por desgracia están padeciendo situaciones similares o pasarán por una realidad tan extrema, triste y desdichada como la que hemos sobrellevado de manera serena y cristiana toda la familia.
Nuestro hermano José María, Chico Ruiz para los que le conocían bien, murió en la madrugada del día 4 de septiembre, tras una dilatada y penosa enfermedad. Algo más de 10 años soportando con resignación un tumor cerebral que ha marcado y marcará a nuestra familia el resto de nuestros días.
Me propongo que estas líneas sirvan en primer lugar de público homenaje y cariño a un hermano que desde aquel ya lejano 14 de febrero de 2002, con 29 años, supo desde el primer instante superar y aceptar su destino. A lo largo de todos los días transcurridos desde entonces, nos ha dado una verdadera lección de valentía, lucha constante, superación, entrega, resignación y santidad.
En ningún momento, que los ha habido verdaderamente dramáticos, manifestó la más mínima queja ante su desafortunada situación. Tan sólo a veces, muy de tarde en tarde solía de decir «¿por qué me habrá tocado a mí?». Buena pregunta que aún no tiene respuesta, al menos desde una lógica y racional conciencia. El Señor reserva para los elegidos estas duras pruebas.
Nos ha tenido siempre a su lado, hasta el último segundo de su vida y tanto nuestra madre como el resto de la familia, lo hemos cuidado con la máxima delicadeza y esmero.
Es difícil y laborioso tener presentes a todas aquellas personas, colectivos e instituciones que de alguna manera han sentido su perdida. Los testimonios de sincero afecto recibidos así lo demuestran. Por ello, lo único que podemos hacer es agradecer a todos vuestra extraordinaria solidaridad y apoyo, imposible de corresponder uno a uno como nos gustaría.
Sin embargo, queremos muy especialmente dejar constancia y corresponder con el desvelo de todos los médicos, enfermeros como el amigo Gaspar, analistas, personal del centro de resonancia, los amigos de la farmacia tan imprescindible, y un largo… que le han tratado tanto en la casa como en el hospital con sabiduría y entrega. Particularmente nuestra gratitud y reconocimiento hacia el doctor don Ismael Herruzo, jefe del equipo de Radioterapia del Hospital Regional de Carlos de Haya por su incondicional y amigable trato tan humano y necesario. Por estar a nuestra disposición siempre que le hemos necesitado.
De igual manera, a una persona muy especial para él, que le apoyó en todo momento, que supo al margen de su profesión fraguar una verdadera amistad, una sincera complicidad que le ayudó hasta el último día a ver las cosas de otra manera. Me refiero a Luisa Fernanda, algo más que su fisioterapeuta. Para nosotros ha ocupado el mismo lugar que cualquiera de sus hermanos y siempre contará con nuestro reconocimiento y eterno agradecimiento.
Sólo desde una profunda y sólida fe, desde la serenidad de haber hecho todo lo que tanto humana como espiritual ha estado en nuestras manos, podemos aceptar este doloroso destino, convencidos plenamente que nuestro hermano está junto con nuestro padre viviendo plenamente la Gloria de Nuestro Señor Jesucristo, a donde La Santísima Virgen María lo condujo y confió el pasado día 4.
Dando gracias a Dios por habernos permitido compartir nuestra vida con él, nos quedaremos con sus momentos de alegría, con sus apasionadas aficiones, con su particular lenguaje para calificar determinadas cosas, con sus innumerables gestos de simpatía, pero sobre todo, con su manera de ver y disfrutar de esta vida terrenal, incluso durante su enfermedad.
Descansa en paz querido hermano.