Como su propio nombre indica, una miocarditis es una inflamación del miocardio, es decir, una inflamación del músculo cardíaco. Desgraciadamente muchos casos de muerte súbita están íntimamente relacionados con la miocarditis, entre otras razones claro está.
Las miocarditis principalmente están producidas por infecciones, ya sean bacterianas (Estreptococo, Clamidia), víricas (VIH, Hepatitis C), parasitarias (Tripanosoma, Taenia) o fúngicas (Cándida, Histoplasma). También una miocarditis puede deberse al uso continuo de drogas de abuso (cocaína, alcohol), a sustancias químicas o incluso puede ser secundaria a otras enfermedades inflamatorias como la artritis reumatoide. El primer síntoma que produce una miocarditis no es del tipo infeccioso como sería de suponer, el corazón aunque está inflamado se vuelve débil, ya no es tan eficaz y origina síntomas típicos de una insuficiencia cardiaca: fatiga, pulso irregular, hinchazón de pies y de tobillos e incluso desmayos. Lógicamente todo esto puede ir acompañado de fiebre si el origen es infeccioso.
Para diagnosticar correctamente una miocarditis se necesitan pruebas tan diversas como radiografía de tórax, electrocardiograma, ecografía del corazón, análisis de sangre, hemocultivos y si fuera necesario biopsia del miocardio. El tratamiento variará mucho en función de la causa que produzca la miocarditis, incluye antibióticos, diuréticos, antiinflamatorios y fármacos propios del tratamiento de la insuficiencia cardiaca producida. El pronóstico es reservado, dependerá del grado de afectación, de la edad del paciente y del tiempo que se ha tardado en diagnosticarlo. Tengamos en cuenta que los síntomas pueden tardar en aparecer hasta seis meses si el origen es infeccioso y el propio diagnóstico en sí no es fácil. Para finalizar, hoy quiero felicitar a aquellos niños que recientemente, y gracias al Bautismo, han entrado a formar parte de nuestra comunidad cristiana.
