Como seguramente es conocido por todos, el melanoma es un tipo de cáncer que se produce en la piel, aunque también puede afectar al ojo. Se inicia como un mal funcionamiento de los melanocitos, esas células encargadas de producir la melanina que oscurece nuestra piel.
Debemos de tener muy claro que el melanoma es un tumor cutáneo que en algunas ocasiones puede aparecer como degeneración de un lunar, pero también puede surgir en partes de la piel completamente normales. Por esta causa, debemos consultar con nuestro médico cualquier cambio de un lunar que afecte a su diámetro (superior a 6 milímetros), a su color (tonos azulados), a sus bordes (irregulares) o a su simetría (asimétrico). Como en todos los tipos de cáncer, el diagnóstico precoz juega un papel fundamental y de ahí la importancia de que revisemos periódicamente nuestra piel en busca de cambios. Una de las características del melanoma es que migra rápidamente hacia otras partes del cuerpo (metástasis).
Se sabe que esta enfermedad parte de cierto componente genético, se ve influenciada por un bajo sistema inmune y evidentemente se potencia con factores ambientales. Pero debemos entender que esos factores ambientales por sí solos también pueden provocar un melanoma. Así por ejemplo, la probabilidad de sufrir un melanoma aumenta enormemente si tomamos el sol sin protección solar, debido a la radiación ultravioleta de la luz solar. El diagnóstico lo establece el médico dermatólogo mediante una biopsia del tejido sospechoso que confirmará el crecimiento anómalo. Este diagnóstico se puede completar con otras pruebas como el TAC para valorar si se ha producido metástasis. El tratamiento parte de la cirugía para la extirpación de la zona afectada y dependiendo de la gravedad del caso serán necesarios otros tratamientos de quimioterapia o radioterapia. Para finalizar, hoy quiero saludar a aquellos afortunados que esta semana han podido pisar tierras parisinas.
