Dada la época del año en la que nos encontramos, hoy nos vamos a detener en una de las lesiones más frecuentes que nuestra piel puede sufrir a lo largo del verano. Tenemos que tener muy claro que la piel en pocos minutos expuesta al sol puede quemarse, todo dependerá del tipo de persona y del tono natural de su piel. Evidentemente mientras más claro sea el tono de la piel mayor será la facilidad para ser quemada por el sol y menor tiempo necesitará para dañarse.
Como todos sabemos una quemadura solar se produce cuando la piel es expuesta excesivamente a la acción de la radiación solar natural o de la radiación ultravioleta artificial. En esta situación la piel presenta un aspecto rojizo característico con gran sensibilidad al tacto y al calor. En casos más extremos el paciente puede tener fiebre, escalofríos y con el paso del tiempo pueden aparecer ampollas según sea la intensidad de la quemadura. Independientemente de que se pueden producir quemaduras de primer y segundo grado, el gran problema reside en el efecto memoria que con el paso de los años la piel va generando. De esta forma, se pueden desarrollar enfermedades tan graves como el cáncer de piel (melanoma) por la acción de la radiación solar en la piel.
Prevenir una quemadura es relativamente fácil, bastará con evitar diariamente las horas de mayor radiación solar y utilizar cotidianamente una crema con protector solar adecuado para nuestra piel. Desgraciadamente tratar una quemadura no es tan fácil, dependerá mucho del daño producido y del tipo de persona. Para el tratamiento se suelen utilizar cremas hidratantes y humectantes, el dolor se suele paliar con analgésicos (ibuprofeno) y es bueno mantener un buen estado de hidratación. En casos más graves se pueden utilizar corticosteroides para la inflamación e incluso se puede vendar la zona afectada. Para finalizar, hoy les recomiendo un tranquilo fin de semana en la playa en compañía de la familia y por supuesto, sin olvidar su protector solar.
