La Patrona de Antequera
sonríe al veros llegar.
Tu hija lleva el empaque y las maneras
heredadas e su abuela,
va contigo hasta el altar.
No dejas de contemplar a tu hija
que, de reojo, la remiras,
al ver lo guapa que va.
José Ignacio, que olé tú,
tu nobleza y condición
y tu estirpe de andaluz,
cantándote el corazón,
suspiros, nervios e inquietud.
María José te tranquilizó
con temple, tesón y quietud:
lo requería la ocasión.
El Niño que está en los brazos
de la Patrona de Antequera, hoy suspira y hace palmas
emocionado a los novios,
al padrino y a la madrina.
El “sí para siempre” se han dado.
Que les dure de por vida.
En el mismo templo, José Ignacio,
tu vivencia yo la viví con mi hija.
Suenan vivas por todos los lares.
Por los novios ante el altar
se hacen mis rimas cantares:
por la gloria de mi mare,
para iros a felicitar,
a los padrinos, los padres,
los novios y familiares,
En fecha tan señalá.
Que Dios cruza los caminos,
¿será cosa del destino?
Tal vez la casualidad.
Estos versos que hoy escribo
van dedicados a mi amigo
y a su don, la humanidad.
En la boda de su hija
colmao de felicidad,
rebosante de alegría,
mi mano él fue a estrechar
en tan señalado día,
que en el baúl de mi vida
para siempre voy a guardar.
Como yo, eres bien nacío,
de trato llano y sencillo
y no haces distinción.
¡Viva la que te pariera!
grito con el corazón.
Una madre de bandera,
amigo, quien te parió.
Tañer de bronce a los vientos,
que a boda están repicando.
Ya se revive el recuerdo
de aquella mujer de encanto
que os contempla desde el Cielo:
Tu guapa madre, José Ignacio,
que os manda por millones, los besos
que en vida no pudo daros.
RAFAEL LADRÓN DE GUEVARA
Agradecido por un detalle de humanidad que tuvo con mi hermano.